Joaquín Hernández: Alumnos brillantes para época de elecciones
Mire, me dijo, nuestra sociedad está dividida, solitaria. Nadie confía en nadie
El otro día un joven estudiante universitario, de 18 o 19 años, alumno de filosofía política, me preguntaba: ¿cómo hace usted, en general, para saber que lo que ofrecen los candidatos es verdadero, es decir, que no solo están dispuestos a hacerlo, sino además pueden lograrlo? Porque algunos, proseguía, en realidad, no tienen intención de llevar adelante lo que anuncian.
Pero hay otros que sí, que creen en lo que proponen, pero no es claro si podrán hacerlo. ¿De qué depende, le dije yo, que puedan o no hacerlo? De lo complicado que resulta la resolución del problema, me respondió. Es muy complejo. Como hemos visto en clase, todo está relacionado. El problema de seguridad por ejemplo tiene que ver con las pésimas condiciones en que vive buena parte de la población: sus habitantes no pertenecen a un núcleo familiar, los padres de los jóvenes no existen o no tienen trabajo, su escuela está en ruinas, todo su barrio está marcado por la delincuencia.
Esa juventud no tiene futuro. A ello se unen otros actores como el crimen organizado local e internacional, la corrupción y la impunidad para desatar la tormenta perfecta. ¿Por dónde empezamos?, concluyó.
¿Y cómo sabes, continúe con mi interrogatorio, que ese candidato entiende la complejidad del problema, las reales dificultades que tendrá que afrontar, que no se resuelven a base de buena voluntad o de ser optimista? Bueno, me dijo, que muestre qué cambios va a hacer en la estructura del Estado, por una parte ,y por otra, qué requiere de la sociedad, es decir de nosotros los votantes para no dejarnos llevar por las demandas del momento, las soluciones instantáneas que no sirven para nada, la tentación del espectáculo.
Mire, me dijo, nuestra sociedad está dividida, solitaria. Nadie confía en nadie. ¿No debería un candidato serio proponer una especie de nuevo acuerdo social, no necesariamente una nueva constitución, en la que los ciudadanos nos sintamos comprometidos a exigir sino también a participar, a actuar en consecuencia? ¿Y a definir los puntos clave de ese acuerdo? Pero eso, me recalcó, solo lo puede hacer un líder, no un vendedor de humo. “Los hombres de Estado no solo están llamados a resolver cuestiones fáciles. Estas a menudo se resuelven solas. Es en el momento en que el equilibrio zozobra y las proporciones quedan ocultas por la niebla cuando se presenta la oportunidad de tomar decisiones que salven al mundo”, escribió Churchill y Kissinger lo recuerda…