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Joaquín Hernández Alvarado: La cuenta siniestra

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¿Serán fuegos artificiales? ¿El narco estará celebrando aquí cerca, en el barrio alto?

“Justo, al abrir las ventanas, escucho ruidos como de cohetes o fuegos artificiales que llegan desde la calle de este barrio, hasta ahora privilegiadamente tranquilo. ¿Serán fuegos artificiales? ¿El narco estará celebrando aquí cerca, en el barrio alto? Los vecinos me dicen que es una balacera intensa, un joven que acaba de asaltar un domicilio, y en su fuga en auto ha atropellado y herido a unos guardias municipales y se ha enfrentado a balazos a carabineros. Hasta aquí no más llegó la apacible y reconfortante lectura de Séneca”.

Quien escribe esto es Cristian Warnken en su columna del diario El Mercurio de Chile, publicada la semana pasada. Pudiera haberse escrito en Guayaquil o en Lima. Todos los días hay una cuota de muertos y enfrentamientos que simplemente suceden y de los que nadie vuelve a ocuparse al día siguiente. El problema es que, cada vez más, como advierte el intelectual chileno y lo destaca en el título de su artículo, 'Nos están disparando más cerca'. En caso de que nos suceda, lo más seguro es que pasaremos a ser una estadística más, un número en esa cuenta siniestra que aumenta cada día y a la que ya no damos importancia, porque carece de sentido cuestionarse sobre lo que pasa. Hemos aprendido que, para sobrevivir, no hay que asombrarse de lo insólito. El último hombre, nuestro contemporáneo, como advertía Nietzsche, nunca se pregunta por el ‘qué’, sino solo por el ‘cómo’; nunca por la meta, sino por el camino.

Ciertamente, los resultados de una guerra son impredecibles. Los alemanes que invadieron Bélgica en 1914 para dar un paseo triunfal hasta París nunca soñaron que terminarían cuatro años después firmando un armisticio que les despojaría de su condición de potencia. Sin embargo, y pese al final adverso, en estas guerras, los combatientes señalaban los objetivos y la dirección a la que se dirigían sus esfuerzos

Nada de eso pasa con las guerras del narco. Nadie sabe cómo empezaron ni si siquiera van a terminar. Cada día, eso sí, hay más víctimas anónimas cuya única identificación es un número. Los demás tenemos que preocuparnos simplemente de sobrevivir. “…mientras las bandas criminales, cada vez más envalentonadas, van apoderándose de los barrios”.

¿Es la mera supervivencia resiliencia? Quizá por eso esté tan de moda esta palabra. Warnken estaba leyendo a Séneca, el estoico, cuando hubo la balacera. Buscaba la ataraxia o serenidad de espíritu ante los acontecimientos de la vida. Tuvo que dejar la lectura.