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Joaquín Hernández Alvarado | Fragmentos de una semana

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Es como asistir a un teatro donde los actores, los escenarios, las luces, las voces, se suceden uno tras otro...

Lo sucedido en diferentes países esta semana muestra lo fragmentario de nuestro acontecer. Es como asistir a un teatro donde los actores -también los payasos, por supuesto-, los escenarios, las luces, las voces, se suceden uno tras otro, reclamando para sí en ese momento la atención total, para después perderse una vez concluida su aparición y no volver más, salvo quizá en alguna fotografía o video. Hoy se graban tantos que seguramente no se volverán a ver nunca más.

Estos siete días fueron los peores para el gobierno del presidente Boric. El asunto: la denuncia contra el entonces subsecretario de Seguridad, Pablo Monsalve, por haber violado a una subalterna, abusando de su poder. La complicación: la dilación del gobierno de Boric en actuar, en una actitud que ha sido considerada de encubrimiento. Fue necesario que la denuncia apareciese en un periódico de Santiago, La Segunda, para que el gobierno asumiese su responsabilidad con días de atraso. Como consecuencia, la izquierda, que se había otorgado el monopolio de la moralidad en general y de la defensa de la mujer en particular, perdió su credibilidad en estas materias, de acuerdo a la encuesta #562 de Cadem, en la que el presidente obtuvo 65 % de desaprobación y apenas 27 % de aceptación, el más bajo de todo su mandato. Este fin de semana habrá elecciones de gobernadores, alcaldes y consejeros en Chile, y el caso Monsalve pasará indiscutiblemente su factura. Más importante, sin embargo, que la derrota en las elecciones seccionales es la pérdida de capital social y cultural de la izquierda. Y, sobre todo, a nivel país, la pérdida del prestigio presidencial, como señalaba Cristian Warnken, que pone a la institucionalidad chilena en peligro. En el otro lado del mundo, la dictadura de Maduro no logró formar parte de los BRICS por oposición de Brasil, su antiguo aliado, por haber abusado de la confianza del presidente Lula al no cumplir su promesa de presentar las actas oficiales de las elecciones. Fue Putin, el invasor de Ucrania, quien tendió la mano al criminal venezolano al comentar sin vergüenza: “Conocemos la posición de Brasil, no estamos de acuerdo, Venezuela está luchando por su supervivencia”. Mientras, en Estrasburgo, María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, recibían del Parlamento Europeo el premio Sajarov a la libertad de conciencia. No es casual que Europa, sede de la civilización occidental, reconozca a Machado y a González, quienes fueron propuestos por partidos de centro y de derecha de la región. Putin, al club de dictadores.