Joaquín Hernández Alvarado | Milei, lector de Maquiavelo

Pero ahora, que es el momento de las trampas, Milei elige la astucia al designar a los nuevos ministros con probada aptitud para la función pública
En estos complejos y difíciles días, previos a la toma de posesión presidencial, cuando se trata de configurar el gabinete presidencial que ha de realizar la visión y la estrategia política de quien llega al poder, Javier Milei está poniendo en acto el capítulo XVIII de El Príncipe al elegir a sus ministros. En otras palabras, reunir a la vez, como señala el florentino, a la zorra y al león: “…porque el león no se defiende de las trampas, ni la zorra de los lobos. Requiere, por lo tanto, ser zorra para reconocer las trampas, y león para amedrentar a los lobos”.
La condición de rey de la selva fue ejercida a plenitud durante la campaña presidencial, más exactamente, hasta la primera vuelta. La motosierra sustituyó a las garras y a los dientes del felino. “Viva la libertad, carajo”, resonaba por toda la selva. Pero ahora, que es el momento de las trampas, Milei elige la astucia al designar a los nuevos ministros con probada aptitud para la función pública, como escribía Joaquín Morales Solá en La Nación de Buenos Aires, “eficaces para achicar el Estado y eliminar impuestos”, como dijo Diana Mondino.
Milei no ha recurrido a llamar figuras nuevas por ser nuevas. La tarea es difícil y la oposición de los sindicatos y poderes fácticos que se han enriquecido con el kirchnerismo será sin tregua y con puñaladas traperas. Pese a sus 14 millones de votos, el más alto de la historia de Argentina que un presidente ha recibido, Milei no se hace ilusiones. Por ello recurre a figuras de experiencia y conocimiento de los laberintos del Estado, no importa si son tomadas del macrismo o del peronismo cordobés de Schiaretti, como la de Diana Mondino para canciller; Patricia Bullrich para seguridad; Nicolás Posse como jefe de gabinete; Guillermo Francos como ministro del interior; Luis Caputo para ministro de Economía y Federico Sturzenegger para la modernización del aparato del Estado argentino. Sus hojas de vida podrían llenar varios artículos por sus títulos académicos, pero sobre todo experiencia en los ámbitos donde ejercerán y su relación con los organismos internacionales.
No se trata de aplicar recetas de Maquiavelo como cree el pragmatismo ingenuo. El florentino tiene una visión de la condición humana políticamente incorrecta para una época marcada por el garantismo. Por ello es actual.