Joaquín Hernández: Balance venezolano
El régimen de Maduro no ha podido avanzar un paso en la consecución de su objetivo
La crisis venezolana debiera recibir tanta atención por parte de los latinoamericanos como la guerra ruso-ucrania por parte de los europeos, aunque sea evidentemente por razones distintas. En nuestra región, está en juego un modelo de estado que hasta el momento y, pese a todas las medidas en contra, no ha perdido el poder. Cuba, Venezuela y Nicaragua son una tríada que comparten el discurso de la izquierda tradicional y el de las minorías culturales, asumen la dictadura como forma de gobierno y condenan a sus pueblos a la miseria.
Cuba es el caso emblemático. Su régimen se mantiene desde 1959 hasta hoy, aunque sobreviva con respiración artificial. Nicaragua prosigue su escalada de horrores sin que hasta el momento se perciba ningún término para su conclusión. Entre ambos, la Venezuela chavista parecía ser la réplica en el continente de la castrista: primero mesiánica, después infernal. Sin embargo, por lo menos este miembro de la tríada puede dejar de serlo gracias al coraje de los líderes democráticos venezolanos, del pueblo que ya no quiere saber nada de un gobierno nefasto que acumula fracaso tras fracaso y de la presión internacional que hace sentir su voz.
El escenario ideal para el régimen de Maduro era haber cometido el fraude y seguir en el poder bajando de tono las protestas internacionales y liquidando a la oposición. Su mayor fortaleza era y sigue siendo la fuerza, no solo la que se ejerce en las calles o que persigue a través de delaciones y de infiltrados a quienes no están de acuerdo con el régimen. Sino el trabajo conjunto con los servicios de inteligencia cubanos y con los carteles del narcotráfico por otra.
El régimen de Maduro no ha podido avanzar un paso en la consecución de su objetivo. Sigue sin poder presentar actas y justificar su victoria. Pese a todo pensaron que la oposición no iba a poder reunir las actas y mostrarlas, dejándolos sin ningún argumento. Maduro vocifera insulto tras insulto con tal desparpajo que elimina de las palabras todo significado y lo que pretendía, tildar, por ejemplo de fascista a un enemigo político, no tiene ninguna consecuencia.
Pero vivimos un momento decisivo. No sabemos al escribir esta columna los resultados de la marcha convocada por María Corina Machado el sábado 17 de agosto. Lula al pasar esta última semana de pedir gobierno colegiado y nuevas elecciones a la calificación tenue de gobierno autocrático, reconoce la imposibilidad de defender semejante régimen.