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La cicuta del populismo

Avatar del Joaquín Hernández

"El sistema democrático estadounidense superó su más dura prueba en doscientos años. Pero no es suficiente"

El título de este artículo se lo debo a Pablo Hiriart, uno de los mejores analistas mexicanos, de su columna que mantiene en el periódico, El Financiero de ese país. En realidad es una frase de Hiriart en su artículo “Estados Unidos, conmocionado por su loco”, publicado el pasado viernes 8 de enero como resumen de lo acontecido en Washington el día en que se certificaba el triunfo del Sr. Biden como presidente: “Estados Unidos bebió la cicuta del populismo”.

Lo sucedido ese martes, la turba armada con bates de béisbol y enarbolando banderas confederadas, los golpes simbólicos y físicos, el desacato rampante a lo institucional, los muertos, forman parte de la realidad bidimensional en que vivimos. Se sabía que algo así o peor podría suceder. Pero a la vez parecía imposible que sucediese en el país símbolo de la democracia. Y sin embargo sucedió frente a los ojos de todo el mundo.

Pareciera haber una siniestra convergencia entre el virus de COVID y el del populismo. Ambos atacan en todas partes y no respetan ni a las “repúblicas bananeras” ni a las naciones otrora ejemplos de democracia y de libertad. Atacan a todos.

Los síntomas del populismo fueron señalados claramente en el libro de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, Cómo mueren las democracias, precisamente a partir de lo que estaba sucediendo en Estados Unidos: “Los políticos estadounidenses actuales tratan a sus adversarios como enemigos, intimidan a la prensa libre y amenazan con impugnar los resultados electorales. Intentan debilitar las defensas institucionales de la democracia, incluidos los tribunales, los servicios de inteligencia y las oficinas de ética. Los estados norteamericanos, que en su día fueron ensalzados… como ‘laboratorios de la democracia’, corren el riesgo de convertirse en laboratorios de autoritarismo”. Podrían darse por supuesto en cualquier país latinoamericano o en las democracias recientes de Europa del Este y no tan recientes como las mediterráneas.

El sistema democrático estadounidense superó su más dura prueba en doscientos años. Pero no es suficiente.