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Joaquín Hernández: Ciudad conmocionada

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Esta dolorosa constatación, al levantarse de pronto aterrada por la violencia desatada en sus límites

Es posible que parezca un dato más de la cadena de violencia para quienes viven en Ciudad de México, el doble asesinato la semana que acaba de transcurrir de Ximena Guzmán y José Muñoz, miembros del círculo de confianza de la alcaldesa de la ciudad, Clara Brugada. Guzmán era la secretaria particular; Muñoz, asesor. 

El sicario no fue más que uno; a las siete de la mañana, en la concurrida calzada Tlapan, asesinó a ambos luego de que Guzmán recogió a Muñoz para dirigirse a su lugar de trabajo. Fueron doce tiros: ocho para Guzmán, cuatro para Muñoz. Posteriormente, el sicario (según las cámaras), caminó un corto trayecto, cogió una moto negra que abandonó después para subirse a un vehículo azul hasta llegar a la Alcaldía de Iztacalco y de ahí cambiar de nuevo de vehículo. 

El crimen, como señalan reportajes desde el lugar de los hechos, fue ejecutado por profesionales (en un video se habla de un exmilitar colombiano). Hasta el momento solo está confirmado que la violencia del crimen organizado está en Ciudad de México y que ha golpeado a la cúpula de la organización de la alcaldía más grande del país. 

El hecho tiene varias connotaciones que traspasan las fronteras de la ciudad e incluso del país. Es quizá innecesario insistir que la actuación del crimen organizado golpea por igual a las principales ciudades de Sudamérica. Y no solo ello, por mucho tiempo, en medio de la guerra con el narcotráfico, los habitantes de Ciudad de México se vieron a sí mismos como ‘isla de paz’. Los enfrentamientos violentos, masacres, asesinatos atroces, asolaban solo el norte del país y afectaban a estados como Guerrero, Jalisco pero no a Ciudad de México. 

El asesinato de Muñoz y Guzmán muestra que la ciudad ha perdido esta condición y que la lucha está instalada también en su territorio. Esta dolorosa constatación, al levantarse de pronto aterrada por la violencia desatada en sus límites, es una experiencia por desgracia compartida por otras ciudades que se van convirtiendo en campos de batalla y donde campea la inseguridad.

Otra connotación importante es el mensaje tras el doble asesinato. Si está dirigido a la alcaldesa y por ende a la presidente de México, ambas del mismo partido, ¿qué quiere decir? ¿Que el narcotráfico, como toda empresa pujante, quiere el control del Estado y no solo de regiones? Y algo más preocupante aún para otros países afectados del mismo mal: ¿no va a actuar en ellos el narcotráfico de la misma manera?