Joaquín Hernández: Del delirio a la pesadilla
Jamás un problema de tanta gravedad como la deportación de ilegales indocumentados pudo tratarse con tanta ligereza
En un libro realmente espléndido, Carlos Granés hizo el análisis de lo que cultural y políticamente nos ha sucedido en América Latina desde los tiempos de las luchas por la Independencia hasta el arisco presente que nos toca vivir, bajo el título de Delirio Americano. Nada mejor que este título para entender lo sucedido en Colombia con los mensajes vía X del presidente Gustavo Petro el domingo 26 de enero y la crisis que provocó con el gobierno de los EE. UU., que pudo terminar con la bancarrota económica y social de Colombia. Jamás un problema de tanta gravedad como la deportación de ilegales indocumentados pudo tratarse con tanta ligereza e irresponsabilidad. Y la prueba de ello es que el gobierno colombiano tuvo que dar marcha atrás en menos de 24 horas de sus posturas desafiantes, expresadas con la retórica cansina de los manifiestos de la izquierda universitaria de los años 60 del siglo pasado.
El problema de la izquierda latinoamericana y de la izquierda en general, con escasas excepciones, es que nunca ha hecho una autocrítica de su historia. En un promedio de 70 años, los albores mesiánicos de las insurgencias revolucionarias que prometían nada menos que el advenimiento del ‘hombre nuevo’ y la transformación radical de las caducas estructuras de los estados de la región, se transformaron en regímenes dictatoriales, sin más respaldo que la represión y la violencia, socios de bandas narcotraficantes y sordos a las expectativas de sus ciudadanos. En breve, del delirio de la revolución a la pesadilla de la escasez, el hambre, el exilio o la muerte. En eso se ha convertido Cuba; esa es la realidad de Venezuela y no se diga de Nicaragua. En eso podría haber caído Colombia si las medidas tomadas por el gobierno de Trump se hubiesen hecho realidad.
¿Cómo es posible que a estas alturas se pretenda manejar las relaciones internacionales, el intercambio económico, los puestos de trabajo, la quiebra de empresas y fábricas, invocando a Aureliano Buendía, comparándose con Bolívar y añorando la muerte de Salvador Allende? ¿No había mejor forma de negociar el trato y la suerte de los compatriotas indocumentados que retornaban en duras condiciones al país? ¿Por qué no haber preparado una política preventiva para afrontar el problema, teniendo como primera preocupación la suerte de tantos compatriotas devueltos al país, que lo dejaron porque no encontraron forma de sobrevivir?