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Joaquín Hernández: La desaparición de los clásicos

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Mario Vargas Llosa el último representante de la generación de escritores clásicos latinoamericanos del siglo XX

¿Se puede hablar hoy en día de nostalgia por la desaparición de los clásicos, sean éstos escritores, pensadores o artistas? ¿Puede convertirse un rebelde a las tradiciones en un clásico? ¿Qué es lo que diferencia a un escritor clásico de quien no lo es? Estas preguntas surgen a propósito de la partida física de Mario Vargas Llosa, a quien puede llamarse, paradójicamente, el último representante de la generación de escritores clásicos latinoamericanos del siglo XX. 

Paradójicamente, porque estos clásicos fueron en sus comienzos rebeldes, los escritores del llamado ‘Boom’ latinoamericano que, en la década de los 70 del siglo pasado, se declararon en insurrección permanente contra la forma de entender el quehacer de la literatura en la región, que supeditaba la ficción a la realidad. Ya lo habían hecho, ciertamente, antes notables figuras -de forma aislada- como Borges o Rulfo. Sin embargo, la novedad que anunciaron los escritores del ‘Boom’ fue, en frase de Vargas Llosa, “la verdad de las mentiras”, es decir la independencia de la ficción. La conciencia de esta verdad de la ficción inspiró a las decenas de novelas que se publicaron en esos años y abrió un nuevo comienzo a la narrativa latinoamericana.

Al despedir a Vargas Llosa los medios periodísticos se han referido a él como clásico y como el último de esa generación que un día formaron Julio Cortázar, José Donoso, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y el autor de Conversación en la catedral. Reitera su condición de clásico que haya sido narrador, ensayista, periodista y político. 

En su vida logró conciliar magistralmente la transgresión que significa la soledad del oficio de escribir -como Cervantes o como Flaubert- y, a la vez, ser un intelectual, un mandarín de la opinión pública, como lo fueron Víctor Hugo y Sartre. Irónicamente, lo logró gracias a una palabra de origen cristiano que se volvió consigna marxista en los delirantes años 60: el compromiso. Vargas Llosa fue igualmente comprometido con la ficción hasta el punto de declarar que la razón de ser de la literatura era la protesta, la contradicción y la crítica como con la representación del intelectual como hombre público: la lista completa de reconocimientos y de premios, incluido el Nobel, es abrumadora.

De Vargas Llosa quedarán algunas de sus novelas y cuentos. También algunos de sus ensayos sobre los rostros de la época en que vivió, que serán leídos con la misma curiosidad que hoy damos a Proust para conocer el París de fin del siglo XIX. La silla del hombre público quedará vacía irremediablemente.