Joaquín Hernández: Descenso en el caos

El asesinato de Villavicencio es para los autores un ataque frontal al Estado...
El análisis aparecido esta semana en la revista Foreign Affairs, “Ecuador’s Descent Into Chaos. Can an Election Salvage Latin America’s most Violent Country?”, puede ser leído de varias maneras y no necesariamente de forma unilateral. Para ello es indispensable retomar la visión de los dos autores, Briscoe y González, sobre la actualidad que vivimos.
¿Qué síntomas dan a pensar a los autores que el país esté en el camino del caos? En primer lugar, el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio. Ante los ojos internacionales, lo sucedido es simplemente gravísimo. Tanto, que recuerdan que desde los asesinatos de los candidatos presidenciales en Colombia en la década de los noventa en la época de Pablo Escobar, un fenómeno de esta naturaleza no se había producido en la región. Su afirmación de que “…el asesinato fue una declaración sorprendente de hasta qué punto Ecuador ha caído en la anarquía”, contrasta con algunas de las miradas criollas que tienden a paliar la gravedad de este crimen a base de echar a mano de anécdotas personales, verdaderas o no, pero que no ocultan y peor explican lo sucedido.
El asesinato de Villavicencio es para los autores un ataque frontal al Estado y en ese sentido rompe una de las suposiciones más utilizadas por los analistas de que en la guerra del narcotráfico no se ataca a figuras y autoridades de alto nivel por la represión que podría desatar. Una explicación posible de los autores es que el Estado ecuatoriano es débil y por ello los autores del crimen no han tenido reparo en cometerlo. La cantidad de muertes violentas, extorsiones, secuestros y otros delitos que afectan a la estabilidad del país, a su imagen internacional y que, por supuesto impiden la creación de empleos y de un clima de seguridad, abonarían esta hipótesis.
¿Qué hacer entonces y qué margen de éxito tienen los dos candidatos que se disputarán el 15 de octubre la presidencia? Los autores no creen que sea posible una solución simbolizada en el “puño de hierro”. Para los autores, las propuestas de línea dura tuvieron en el país poca aceptación a juzgar por el puntaje de los candidatos y más bien lo que predomina son políticas híbridas que combinan seguridad y reconstrucción del tejido social roto. “Cuatro décadas de guerra contra las drogas en América Latina demuestran que no existe una solución dorada y que el éxito rara vez dura mucho”.