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Ante la Esfinge

Avatar del Joaquín Hernández

"Y las multitudes, como la esfinge, vuelven a devorar a fieles e infieles".

Decía Gustavo Le Bon, el sociólogo francés, en 1895: “Las multitudes son algo así como la esfinge de una antigua fábula: debemos llegar a una solución de los problemas planteados por su psicología, o resignarnos a ser devorados por ella”.

No se recuerda a Le Bon impunemente. Su frase expresa uno de los más importantes intentos por entender eso que se llama “la lógica de las multitudes”. Las multitudes son las que escogen, para dirigir a los países, a figuras llenas de resentimiento, mentirosas por oficio; deliberadamente corruptas (no hay poder sin dinero y dinero sin poder); actores expertos en representar múltiples personajes. Incompetentes en fin, pero magos para echar la culpa de sus fracasos a los otros. Y las multitudes, como la esfinge, vuelven a devorar a fieles e infieles.

No en balde, las tesis de Le Bon en su ‘Psicología de las multitudes’ fueron leídas cuidadosamente por Freud para entender la psicología individual en relación a la social. En este conflictivo siglo XXI, Ernesto Laclau, en ‘La razón populista’, retoma a Le Bon, Freud y la extensa bibliografía existente para elaborar una teoría del populismo.

La teoría sirve para no quedarse dando vueltas, solo en descripciones o ejemplos. Sirve, si se permite esta palabra tan utilitaria, para entender, es decir, relacionar, conectar, incluso prever lo que puede pasar. El populismo es la esfinge de nuestros días.

En el país, a casi tres meses de terminar este año que nunca imaginamos, la esfinge nos pregunta por el futuro que queremos.

La semana pasada, Alberto Dahik, a propósito del caso Chevron, nos mostraba a dónde hemos llegado a escala internacional por obra y gracia del gobierno anterior de acuerdo al Tribunal de La Haya: una “película fraudulenta” en que se planteó un juicio absurdo a Chevron, “se manipuló a los jueces, se los compró” y, encima de eso, se “...tuvo la osadía inclusive de fabricar en forma totalmente ilegítima una sentencia”.

Todo esto, ¿afecta o no a las microhistorias, a las multitudes de las que formamos parte, para el nuevo interrogatorio de la Esfinge?