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Joaquín Hernández: Entre la esperanza y el pesimismo

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El descontento popular es mayoritario, como se ha mostrado en la falta de personas en las concentraciones

A 72 horas de las elecciones generales en Venezuela, cuando se escribió este artículo, la pregunta central de analistas y políticos giraba alrededor de si el dictador Maduro aceptaría o no el triunfo de la oposición liderada esta vez de forma unánime por el exdiplomático Edmundo González Urrutia, respaldado por la figura icónica de María Corina Machado. Las encuestas daban un porcentaje entre 20 y 40 a favor de González, más que suficiente para legitimarlo democráticamente.

Hay varias razones que apuestan a creer que la victoria de la oposición, si es que obtiene esa mayoría en las urnas, sería aceptada por la dictadura. Una, que es la primera vez que esta se presenta unida y no aisladamente, como al pedir abstenciones o lanzar otros candidatos que terminan debilitando a la figura central. Otra, fundamental, que el descontento popular es mayoritario, como se ha mostrado en la falta de personas en las concentraciones organizadas por el régimen y que esta vez las fuerzas armadas no entrarían a reprimir salvajemente como en ocasiones anteriores. Esto último tendría que ver con que ya no hay para el régimen un respaldo absoluto ni por parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, dividida entre jefes y mandos medios, ni por las fuerzas paramilitares y grupos de choque, que igualmente estarían disminuidas.

A nivel regional tampoco Maduro tiene el respaldo de antes. Su aliado de siempre, el presidente Lula, ha sido muy claro en exigir el respeto a los resultados, lo que ha provocado un duelo verbal entre los dos. El presidente Petro ha pedido igualmente respeto a los resultados y se ha abstenido de enviar observadores, que hasta ahora solo han servido para avalar los fraudes de la dictadura. Pesa en la región que otro triunfo fraudulento de Maduro provocaría un nuevo éxodo de un millón de venezolanos. Finalmente, el conflicto del Esequibo ha trastornado a la región.

Las razones en contra de este optimismo son igualmente de peso. ¿Va a aceptar la derrota el régimen de Maduro, cuyos principales dirigentes son investigados por la Corte Penal Internacional de La Haya? ¿Van a perder el dinero mal habido en todos estos años? ¿Van a dejar los testaferros de Maduro sus hábitos de violencia y represión que han creado odios y resentimientos? En todo caso, la semana que se inicia es crucial para Venezuela y para la región.