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Joaquín Hernández | El fracaso de la filosofía latinoamericana

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...tenía varios objetivos pero el central era mostrar la existencia de un pensamiento propio

En el admirable comienzo de su irónico cuento El Sur, publicado en Ficciones, Jorge Luis Borges resuelve, con humor y una precisa cuota de patetismo, la pregunta sobre la identidad cultural de los latinoamericanos.

El secretario de la biblioteca municipal, Juan Dahlmann, nieto por parte de padre de un pastor alemán, desembarcado en el puerto de Buenos Aires en 1871; y por parte de madre, de un soldado argentino, Francisco Flores, que murió lanceado por indios en Catriel, se cuestiona a cuál de las dos culturas pertenece: la germánica, venida del Atlántico, cuyo apellido lleva, o la del hombre de muerte romántica, inexpresivo y barbado, conservado su recuerdo en daguerrotipo, revivido por estrofas de Martín Fierro. En la discordia de estos linajes, Dahlmann escoge, dice Borges, a impulsos de su sangre alemana, ser argentino. Esta pregunta por la identidad latinoamericana atravesó buena parte de nuestra historia en el siglo XX y fue el tema de movimientos políticos y sociales, motivación para caudillos y redentores, reclamo de intelectuales, consigna religiosa de combate y hasta de muerte. Tardíamente, 1973, esta pregunta y la discordia que implica, aparecieron formuladas por un grupo de pensadores argentinos en lo que se llamó filosofía de la liberación latinoamericana.

La filosofía de la liberación latinoamericana tenía varios objetivos pero el central era mostrar la existencia de un pensamiento propio, original, en disputa, como requiere todo conflicto de identidad, con el europeo. Fundamentalmente, América Latina tenía el derecho de escoger su propio destino a partir de su autoconciencia. Liberarse pues de las influencias teóricas foráneas, no depender de la mirada intelectual del ‘otro’, llámese Kant, Hegel o Heidegger, y por supuesto la independencia económica, social y cultural que se había iniciado en el siglo pasado. Como vivíamos en “la hora de los hornos”, la de la insurgencia revolucionaria contra un estado declarado opresor, esta filosofía parecía cumplir, paradójicamente, la propuesta hegeliana: ser la expresión conceptual de una época.

Mi libro, El fracaso de la filosofía de la liberación latinoamericana, que se presentará próximamente en Quito y en Guayaquil, mira críticamente ese pensamiento que, desde mi punto de vista, forma parte de lo que Carlos Granés llama “Delirio americano”. Las razones están en el libro.