Joaquín Hernández: Franciscus

La respuesta del Papa muestra que la resurrección de Cristo es el núcleo del mensaje de la Iglesia
Una lectura muy acorde con este tiempo pascual, en que el papa Francisco se ha ido, es la de uno de los pasajes más emotivos de los Evangelios: el de Lucas, que, en este punto, añade un relato que no aparece en los de Mateo y Marcos: el de los peregrinos de Emaús (Lc. 24, 13-35). Dos discípulos de Jesús, de los cuales Lucas solo menciona el nombre de uno, Cleofás, caminan a un pueblo llamado Emaús cuando se les aparece un desconocido que se une a ellos y con quien comentan la muerte del Señor, acaecida pocos días antes. El desconocido, que advierte la tristeza y la desolación de los dos discípulos, les comenta las Escrituras y el significado de la muerte de Jesús. Los caminantes, sin embargo, no se dan cuenta con quién hablan, pero al llegar al pueblo le piden que se quede con ellos “porque atardece y el día ya ha declinado”, bella alusión al estado de ánimo que los sobrecoge, pero también al efecto de la presencia y las palabras del desconocido que ha hecho arder su corazón. Y Lucas formula a continuación, lo que constituye el núcleo de la esperanza cristiana: “Entró, pues, y se quedó con ellos”, para pasar a bendecir y compartir el pan.
Javier Cercas, escritor, quien se autodefine como ateo, anticlerical, laicista militante, racionalista contumaz e impío riguroso, viajó con el papa Francisco -por invitación del Pontífice- en uno de sus últimos viajes, a Ulán Bator, Mongolia. Ni la curiosidad novelística ni la preocupación periodística lo motivan, sino algo diferente, relacionado precisamente con la esperanza cristiana. La madre de Cercas quiere saber si se encontrará con su esposo, que ya está muerto; es decir, si hay algo más allá de la muerte. El escritor acompaña al Papa en su viaje hacia la periferia -como le gustaba decir a Francisco- para hacerle la pregunta. Durante los preparativos del viaje y en el camino, en las conversaciones con sus acompañantes del Vaticano, Cercas deja en claro sus sospechas sobre los lugares comunes que los católicos emplean para disimular los misterios de la fe y las debilidades de la Iglesia. Su viaje no es el de un iniciado que empieza su conversión, sino el de alguien que quiere llegar, lo más desprejuiciado posible a preguntarle a Francisco: “Entonces, ¿le puedo decir a mi madre que, cuando muera va a ver a mi padre?”. La respuesta del Papa muestra que la resurrección de Cristo es el núcleo del mensaje de la Iglesia, de que “no estamos aquí para aceptar la muerte sino para sublevarnos frente a la muerte”...