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Joaquín Hernández | Gabriel Boric/Sebastián Piñera

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Max Weber decía que en la política confluyen y se debaten dos éticas: la de la convicción y la de la responsabilidad

¿Cómo entender las palabras y los gestos del presidente Gabriel Boric durante los recientes funerales del expresidente Sebastián Piñera, palabras y gestos que generaron un debate político apasionado y a veces mezquino? El reconocimiento de los méritos del expresidente Piñera y la consiguiente autocrítica del presidente Boric, quien lo había amenazado en la campaña con llevarlo a un tribunal internacional de derechos humanos (como recordaba Cristian Warnken en su emotiva carta de despedida al expresidente) no era en el fondo renegar de la visión refundacional, disruptiva, como les gusta decir ahora, mesiánica, de la propuesta revolucionaria de la nueva generación, Boric, Vallejo, Jackson entre otros, para los cuales los 30 años posteriores a la salida de Pinochet del gobierno había que destruirlos, como a la estatua del general Baquedano en Plaza Italia en los disturbios de octubre de 2019.

“Ocupar el sillón de O’Higgins me ha permitido comprender y aquilatar mejor a Sebastián Piñera y con ello a todos los presidentes y presidenta que le antecedieron” dice Boric, añadiendo que “Piñera fue un hombre que siempre puso a Chile por delante, que nunca se dejó llevar por el fanatismo y el rencor. Todos los que estamos en política debiéramos tomar nota de estas virtudes”. Boric fue tildado de negacionista por sus partidarios, el partido comunista primero. ¿No hubo represión ilegítima en 2019? Otros, sus críticos, atribuyeron a hipocresía política las palabras y los gestos de Boric, como cuando recibió en el aeropuerto a la familia del expresidente y sus restos y sobre todo el abrazo final que le dio a doña Cecilia Morel el último día.

¿Cuál es la ética del político?, es la pregunta que debiera hacerse. En un texto célebre, ya centenario, Max Weber decía que en la política confluyen y se debaten dos éticas: la de la convicción y la de la responsabilidad. Para la primera solo valen los principios, no importan las consecuencias. Para la segunda, pesan los resultados. ¿No ha habido en el caso del presidente Boric el paso de una ética a la otra? Si es así, es encomiable, porque si algo ha caracterizado a todas las izquierdas desde 1917 a la fecha es su incapacidad de asumir responsabilidades.