Joaquín Hernández | La historia vendida al mejor postor
Y la forma de hacerlo es mediante lo que se llama la argumentación ‘ad hominen’
Me decía un amigo que ocuparse de los dislates del expresidente Andrés Manuel López Obrador relativos al perdón que España debería pedir a México por los crímenes cometidos durante la conquista, no solo era una pérdida de tiempo, sino además darle tribuna, involuntariamente es cierto, a sus despropósitos. El comentario no deja de tener razón. Enfrascarse a discutir con quien es un ignorante de la historia y de sus textos, pero que, además, como divisa, menosprecia el saber científico o formal en nombre de la galería y sus aplausos, es una tarea inútil que no conduce a nada. Y sin embargo…
Para muchas personas, sobre todo nuestros jóvenes, a quienes calculadoramente y, por supuesto, por afanes de manipulación ideológica, se les ha excluido del estudio de la historia, nacional y contemporánea, resulta necesaria una aclaración. Y la forma de hacerlo es mediante lo que se llama la argumentación ‘ad hominen’. Es decir, mostrando la doble moral de quien increpa a España que, hace 500 años, por cierto, no existía, por crímenes, y se calla la boca por el genocidio de Rusia en Ucrania con la excusa de que su país no interviene en asuntos internacionales. O la hipocresía de sentarse con un personaje acusado de crímenes contra los derechos humanos, como es Nicolás Maduro hoy, no hace 500 años. O no reclamar a los Estados Unidos por el territorio perdido por México en el norte en el siglo XIX.
Evidentemente, lo que ha hecho López Obrador es una manipulación de la historia. Pero lo ha hecho en nombre del principio fundamental que anima la batalla cultural que hoy en día vivimos: el relativismo. Como dijo, en otro contexto, Enmanuel Macron, refiriéndose a la izquierda: “nos impusieron el relativismo: la idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo”. Es sus palabras, es la frivolidad y la miseria de los intelectuales progresistas.
Pero hay que poner el debate en otro lugar para no permanecer en el campo de batalla trazado por el relativismo que fomenta estos dislates y otros peores. ¿Qué hace el pensamiento de las personas de bien y de sentido común frente a tanto disparate? ¿No son ellos quienes también por despreciar a la historia, aunque por otros motivos, ni siquiera se dan cuenta de que vivimos una batalla cultural donde son perdedores?