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Joaquín Hernández: ¿Y las humanidades, qué?

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Las humanidades son las encargadas de la reflexión sobre esta habitación simbólica

La semana pasada, Carlos Peña, rector de la universidad Diego Portales de Chile, escribió en su columna de diario El Mercurio un artículo titulado Defensa de las humanidades. Posteriormente, Cristian Warnken, uno de los más brillantes intelectuales chilenos, se ocupó del tema con un artículo en el mismo periódico con el nombre Humanidades en la infoesfera. Lo que motivó a Peña a escribir su artículo fue una afirmación de Sebastián Edwards, reconocido economista, de que las carreras de humanidades carecen de futuro y por tanto, financiarlas con becas es una pérdida de dinero. Preocupado por esa misma problemática, pero con la atención puesta en la carrera algorítmica por el dominio de la inteligencia artificial librada entre Estados Unidos y China, que terminará dando el poder absoluto a una o a otra potencia, surgirá así un nuevo Ciberleviatán, que tendrá el control absoluto. La argumentación de Peña en defensa de las humanidades es que el hombre habita el mundo de forma simbólica y no solamente de manera especial. Esta habitación es lo que se llama cultura y está constituida por el lenguaje. Esta existencia simbólica implica la búsqueda de sentido que implica el ir y venir de la conciencia del pasado al futuro, el ejercicio de la memoria pero también la anticipación de futuros posibles entre los cuales elegimos. Las humanidades son las encargadas de la reflexión sobre esta habitación simbólica. No es coincidencia que en momentos de crisis como los que vivimos, de profunda transformación social por amenazas como la pérdida de seguridad, llamemos a sociólogos, sicólogos e historiadores para tratar de entender qué es lo que nos está pasando más allá de las ‘soluciones prácticas’ que sin una comprensión de la sociedad terminan siendo parches.

A Warnken le preocupa otro aspecto de la misma problemática: la lucha por el poder absoluto a base de conseguir que la inteligencia artificial llegue a tener conciencia. Esa situación, recuerda Warnken, es en la que se encuentra el protagonista de la película Solaris, de Tarkovsky, agobiado por dilemas éticos y preguntas por el sentido que forman parte del habitar humano. Hasta ahora la inteligencia artificial combina la información que le proporcionamos y depende de las bases de datos. Pero tiene falencias, como decir que las víctimas del Holocausto perecieron por ahogamiento. ¿Qué pasará en el futuro?