Joaquín Hernández: Libros para regalo (II)

De nuevo: la acumulación de expectativas; la necesidad de euforia en un momento en donde se mezclan, desordenados, recuerdos
Recibir un libro en estos días en que termina el año puede ser decisivo para marcar el próximo. De nuevo la acumulación de expectativas, la necesidad de euforia en un momento en que se mezclan, desordenados, recuerdos y prisas. El final abrupto que sucede sin transición al clímax y nos deja abandonados en el mundo de siempre requiere ese libro que nos permita ser nosotros mismos. Aún hay tiempo para encontrarlo y regalarlo.
M. El hijo del siglo, de Antonio Scurati, es simplemente fascinante en estos días en que todos reclamamos más orden y retorno a los valores de origen. Se trata de la vida de Benito Mussolini, figura de la primera mitad del siglo XX, narrada en años decisivos que van de 1919 a 1924, cuando consolida el poder. No se trata de una novela basada en la historia sino la historia que toma la palabra en la única forma en que era posible: como coro, como imaginación. Imposible hablar de otra manera del desencanto y la rabia de los cuatro millones de soldados que regresan victoriosos de los campos de batalla de la I Guerra Mundial para encontrar que les han arrebatado lo que creían ganado en la mesa de conversaciones de las grandes potencias.
Imposible también dar cuenta del épico desencuentro entre el poeta heroico, que con el gesto de tomar el puerto de Fiume pretende abolir el nuevo orden dictado por los poderosos, el presidente Wilson a la cabeza, Gabriel D’Annunzio y el hijo del herrero, Mussolini, que no conocía el placer fuera de la realidad. “La política requiere el coraje burdo, mezquino de las peleas callejeras, no el valor airoso de las cargas de caballería. La política es el circo de los vicios, no el de las virtudes. La única virtud que se requiere es la paciencia”. En M. El hijo del siglo, en una de las prosas más extraordinarias, Scurati asume esta inmersión en el pasado para encontrarse con el presente.
Byung- Chul Han ha vuelto con un rostro inesperado, el de la esperanza, que el papa Francisco ha puesto en el orden del día al declarar al Jubileo 2025 con el nombre de esa virtud. Hasta hace poco los libros del filósofo coreano, formado en Berlín en Hegel y Heidegger, se habían ocupado de los límites de nuestras sociedades. La crisis de la libertad, de la narración, el cansancio como síntoma, han sido algunos de sus temas. Ahora, cuando el horizonte mundial se ha oscurecido por la posibilidad de más guerras, más inteligentes y por eso más destructivas, el filósofo recupera en El Espíritu de la esperanza y La tonalidad del pensamiento, esta virtud que es teologal y humana. Si el miedo es el fantasma contemporáneo, la esperanza, tierna y bella audacia, nos abre a lo impensado, a lo nuevo, una espiritualidad.