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Joaquín Hernández: Mujeres en tiempos de oscuridad

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si el mundo de la política pierde su credibilidad, las relaciones se pierden y la persona queda en el desamparo

Dar clases obliga a encontrarse de nuevo con textos ya leídos y a leer otros nuevos. Sucede que nunca se lee un texto de una manera definitiva, así se lo haga varias veces en el transcurso de la vida y por ello ninguna lectura es similar a la otra. Hablo por supuesto de textos que tienen algo que decir y no son palabrería del momento. La prueba de los grandes escritores o poetas no es resistir el tiempo sino tener algo que decir en cada nuevo tiempo, como si la creación comenzase con su palabra.

Me encontré con la obra de Hannah Arendt de manera fugaz en los comienzos de mi formación filosófica. Eran los días en que algunos estábamos empeñados con Heidegger y aparecían en el horizonte Gadamer y Löwith. Se percibía que vivíamos en las tempestades del cambio de una época espiritual y cultural y que estos pensadores nos daban algunas claves para orientarnos? Me fascinaba de Heidegger su poder de evocación: era capaz de convocar, para hablar del agitado hoy, de las incertidumbres de nuestro presente, de convocar a todos los filósofos de Occidente, desde Anaximandro hasta Nietzsche. En esos días, un amigo me pasó un libro de la pensadora alemana de origen judío, Hannah Arendt, La condición humana. Lo dejé guardado hasta poder ubicarlo en el contexto de lo que me preocupaba. Fue un error.

Si alguien ha hablado de nuestro presente es Hannah Arendt, quien por cierto negaba ser filósofa pero que al igual que el amor de su juventud, Heidegger, iluminaba el tiempo presente mediante preguntas. Arendt asumió la tarea de pensar la política como espacio privilegiado de la acción humana. No aceptó la tradición de los filósofos, aleccionados por la muerte de Sócrates en la Polis, de que el pensar solo es posible en la soledad de los bosques o de las cumbres.

Por ello revirtió la frase de Heidegger “La luz pública lo oscurece todo”, para reivindicar lo público. Precisamente, si el mundo de la política pierde su credibilidad porque se ocupa solo de habladurías y repite sin cesar lugares comunes, las relaciones entre los seres humanos se pierden y la persona queda en el desamparo.

Arendt escribió un libro: Hombres en tiempos de oscuridad, para hablar de aquellos que aportaron iluminación al presente, como Jaspers, Broch o Brecht. Faltó un capítulo, que no pudo escribir naturalmente, dedicado a ella misma, en que su obra se muestra precisamente como esa luz de lo público.