Joaquín Hernández: País en construcción

Hay que plantearse preguntas como sociedad y desde ahí ir a las soluciones y no al revés
Hoy 14 de abril, cuando aparezca esta columna, es muy posible que se conozca ya el resultado de las elecciones presidenciales del país. En cualquier caso, mientras más pronto se sepa, será lo mejor para afrontar el complejo futuro que viene. El Ecuador debe asumir esta tarea de construcción y no contentarse ingenuamente con entregarle al ganador la resolución de las cuestiones pendientes. Para ello es indispensable ponerse de acuerdo sobre lo que nos sucede y qué es lo que queremos hacer.
Hay que plantearse preguntas como sociedad y desde ahí ir a las soluciones y no al revés. No se trata por ejemplo solo de disminuir el número de víctimas por la violencia sino de tener claras todas las causas que la provocan y que si no se atienden mutarán a otras formas. Entender además que los estados que han afrontado el combate al narcotráfico han requerido de una sociedad civil organizada que ha asumido también el reto.
Ello implica que el nuevo clima político poselecciones debe dar un cambio radical al tono que ha prevalecido durante la campaña política: hay que pasar de la estrategia centrada en señalar las fallas y las contradicciones del adversario a la explicación de lo que ocurre, de lo que se quiere hacer y de las implicaciones que ello acarrea. Culturalmente, la sociedad debe perder la ingenuidad y asumir su condición de adulta, es decir dejar de creer que lo que se necesita es cumplir propuestas aisladas sin tener antes un consenso sobre lo que está sucediendo y sobre todo, estar dispuesta a pagar la cuota social inevitable para lograr las transformaciones. Ese consenso es tarea de gobernantes y gobernados.
El país que espera al ganador de las elecciones presidenciales es un país complejo, aquejado de urgencias. El tema de la seguridad no se va a resolver solo con más policías y militares; depende de instancias como la judicial, pero también de una sociedad condescendiente que viola las más elementales normas de comportamiento y que cree que el cumplimiento de la ley es solo para los tontos. El tema de la seguridad no va a terminar sin la disminución radical de la corrupción, públicamente legitimada por quienes dicen, sonreídos, de que no importa que robe pero que haga. Esos que roban al Estado son los que causan las zonas de miseria de las cuales salen los sicarios, que son la carne de cañón de los ejércitos del narco. Lo que es necesario entonces, pasada esta etapa electoral, es asumir un país en construcción, de consenso, responsable y adulto. Tenemos la palabra todos.