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Palabras para un país

Avatar del Joaquín Hernández

"La corrupción, la falsedad, la violencia, el insulto resultan, por oficio, exigidos".

¿Qué puede decirse a un país confundido, dividido (“piensa mal y acertarás”), enojado, en la toma de posesión de un cargo que, como ninguno, ha revelado la inconsistencia del poder, la fatuidad de los adulos y las mentiras de los que doblan la espalda? ¿Hablar de grandes planes de transformación para el país? ¿Ahogarse en la retórica populista de futuros a la vuelta de la esquina, aderezada de la exaltación de principios que el país sabe, son para discursos pero jamás para la realidad? ¿O afrontar con entereza el momento que ha tocado vivir y decirlo, compartirlo con los demás, no solo por honestidad personal sino porque la política, siguiendo a Hannah Arendt, es el ámbito de la responsabilidad, de aparecer ante los demás y comunicarse para construir un mundo humano?

“El Ecuador y el mundo están viviendo una crisis impredecible, pero la crisis más profunda que estamos soportando es la ausencia de referentes éticos en nuestra sociedad…”.

En el escenario de una Asamblea casi vacía por las normas de bioseguridad, el discurso corto, casi sin adjetivos ni invocaciones a base de las grandes palabras, por parte de María Alejandra Muñoz Seminario, la cuarta vicepresidente de un país que décadas atrás rompía récords por la caída de los presidentes en ejercicio, señalan el lugar de la política que todos los ciudadanos honrados buscan y cada vez menos encuentran.

La política ha consistido en la ola de los gobiernos populistas de América Latina, Ecuador incluido, en instaurar el reino de la desconfianza. Unos contra otros. Ello trae, como peste, los dualismos y las fidelidades ciegas. La corrupción, la falsedad, la violencia, el insulto resultan, por oficio, exigidos.

¿Dónde termina la mentira y comienza la verdad? ¿Es que siquiera hay verdad si todos luchan por sus intereses, vida no hay más que una y a la oportunidad no se la mira, se la arrancha?

Los llamados a la ética, como hizo María Alejandra, se presentan con dignidad, sin aderezos. Desde la fortaleza de una vida y la singularidad del destino personal. Es lo que necesitamos.