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Joaquín Hernández: Problemática de la cultura

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Lo importante es señalar que existen varias acepciones y que esta diversidad da lugar a visiones

El mayor problema cuando se habla de cultura es el de la multiplicidad de sus acepciones. Para muchos, cultura es un ámbito especial, una especie de parnaso donde los espíritus privilegiados moran. Por cultura se suele entender también erudición, preferentemente de cuestiones dedicadas a las bellas artes. El tiempo del ocio, bien entendido por supuesto, contra el tiempo del negocio, ya que ambas palabras en latín tienen raíz común. Lo importante es señalar que existen varias acepciones y que esta diversidad da lugar a visiones y modos diferentes de ser y de vivir.

Existe una acepción, surgida en el siglo XVIII y que tuvo hondas repercusiones políticas, que podríamos denominar aristocrática, formulada por los pensadores de la Ilustración, en donde la cultura es el dominio de la racionalidad frente a la naturaleza. La conocida frase de Kant, “Atrévete a pensar”, es la divisa de esta concepción. La cultura sería así resultado de la creación humana y su finalidad, conseguir la autonomía del hombre. El reino de la libertad sería en este caso el de la cultura por la oposición razón-naturaleza.

La segunda acepción es más bien empírica y proviene de ciencias como la Antropología o la Etnografía, que se basan en los estudios de pueblos y civilizaciones. Aquí, la cultura es la forma en que los grupos humanos conviven en condiciones concretas. Al revés de la primera acepción, donde existe un canon, hombres cultos o incultos, alta y baja cultura, aquí todos los grupos humanos por tener creencias, leyes, costumbres, instituciones comunes, son miembros de una cultura. No hay criterio jerárquico.

Por cultura se puede entender también el ‘lugar’ en que se desarrollan las actividades artísticas y estéticas de una sociedad. Es una acepción donde hay espacios culturales, un museo, un monumento, un teatro, donde estarán fuera las preocupaciones de la vida cotidiana referidas al trabajo.

Hay otra acepción valorativa, hipócrita en el sentido propio de la palabra y más frecuente por desgracia de lo que suele admitirse. Aquí se aplaude simultáneamente lo valioso de la cultura a la vez que se la considera inútil para las realizaciones de la vida cotidiana.

Finalmente, existe otra acepción por la que se considera a la cultura como sinónimo de valores y visiones del mundo, racionales y emotivas , donde los seres humanos deciden.