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Joaquín Hernández | Vattimo o la esperanza débil (II)

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Por eso es complejo Vattimo, como somos nosotros, atrapados entre la nostalgia del pasado y las incertidumbres del futuro

No sé si sea admisible la afirmación de Manuel Cruz en diario El País a propósito de la trascendencia filosófica de la obra de Gianni Vattimo. Cruz planteaba que la filosofía del siglo XX estaba tutelada por tres nombres: Habermas, Rorty y Vattimo. Cada uno de ellos habría roturado, es decir transformado, releído, las grandes tradiciones de pensamiento de las que habrían partido el marxismo, la filosofía analítica y la hermenéutica. En otras palabras, sus obras desbordaron sus propios marcos paradigmáticos, haciendo posible el diálogo con otras corrientes de pensamiento. Diálogo, no monólogo; es decir que en el encuentro, las otras corrientes son de alguna manera incluidas y forman parte de la nueva interpretación. Vattimo trató de hacerlo criticando a la Modernidad, es decir la época en que reina el absoluto de la técnica de acuerdo a Heidegger, a una nueva época en que no existen absolutos y el hombre tiene que orientarse en un mundo de valores múltiples, una especie de retorno al mundo clásico griego, donde no existían sino dioses.

Para Vattimo, esta nueva situación, la pérdida de un valor absoluto que es la clave de la historia que se vive y hacia la que se va, no es motivo de celebración ni de júbilo. Vale la pena decirlo en palabras de otro filósofo italiano, Maurizio Ferraris, crítico implacable de la Posmodernidad, en un artículo aparecido en ‘Corriere della Sera’: “…Vattimo nos propone una filosofía de la historia, que va en dirección opuesta a la de Agustín. Para éste último, la ciudad del hombre, que se derrumbaba y envejecía, preparaba la llegada de la ciudad de Dios; para Vattimo ocurre todo lo contrario. Es la ciudad de Dios, el mundo de certezas sobrenaturales y de fundamentos indiscutibles que decae, no bajo el peso de los tiempos y de las invasiones bárbaras, sino del mundo moderno, con su luz y su ciencia”.

Por eso es complejo Vattimo, como somos nosotros, atrapados entre la nostalgia del pasado y las incertidumbres del futuro. El politeísmo de valores deja al hombre en arenas movedizas. Al anunciar el fin de la Modernidad y el advenimiento del pensamiento débil, Vattimo cumplió con la consigna hegeliana de que la razón es la rosa en la cruz del presente. Pero no se salvó de tropezar en arenas movedizas ni de equivocarse al defender a los débiles.