Premium

Joaquín Hernández | Venezuela y el Congo

Avatar del Joaquín Hernández

Vivimos una situación inédita para la que no están preparadas las democracias liberales

En su edición de fin de semana, la revista ‘The Economist’ comparaba la situación actual de la pomposamente llamada República Bolivariana de Venezuela con la de la República del Congo en el año 2018 cuando en este país africano “se fabricaron millones de votos” para que el perdedor de esos comicios, como hoy en el caso de Maduro, ganase las elecciones. Resulta lamentable que un país que durante la mayor parte del siglo XX fue referente de la democracia y del respeto a legalidad sea hoy un estado fallido, gobernado no solo por un dictador sanguinario que no tiene ningún empacho en empobrecer y reprimir brutalmente a su pueblo, sino ser la sede del cartel de Los Soles, una de las estructuras criminales más importantes del narcotráfico para la región y de la que el propio Maduro y Diosdado Cabello serían los jefes, de acuerdo al comunicado de marzo 20 de 2020 del departamento de justicia de los EE.UU. Este cartel está conectado internacionalmente y sus aliados regionales son todas bandas de narcos que operan en América del Sur. Resulta casi imposible pensar que ante esta mixtura de intereses entre el poder constituido y los negocios del narcotráfico del gobierno chavista exista la posibilidad de una salida democrática.

El último dictador de la historia venezolana contemporánea fue Marcos Pérez Jiménez, derrocado por una rebelión militar a comienzos de 1958. ¿Es una lección histórica: ante un pueblo desarmado solo los militares tienen el poder de derribar a un dictador. Lamentablemente hoy no es una lección que pueda ser aprovechada. Vivimos una situación inédita para la que no están preparadas las democracias liberales y que puede terminar destruyéndolas: la simbiosis del poder del estado con el narcotráfico y la dimensión internacional de este último que sobrepasa los límites de los estados nación diseñados para otra etapa de la historia.

Muchos ciudadanos de los países sudamericanos no reparan en la gravedad de lo que está ocurriendo en Venezuela y cómo les afecta directamente. No solo por el millón más de venezolanos que saldrían de su país. Adicionalmente, muchos de sus compatriotas no regresarán a su país. El problema reside en el auge que tendrán los carteles de la droga, con toda su secuela de crímenes y corrupción, protegidos por la estructura del estado que funciona como su sede central.