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A 50 años del golpe: 1973-2023 (I)

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Tomando un tono de mucha fuerza, le pronosticó (Frei) a Allende que su gobierno terminaría con una crisis inmanejable

El 11 de septiembre de 1973, a las 06:30 de la mañana, hora de Guayaquil, sonó de improviso en mi casa el teléfono. Solo había teléfonos fijos y su firmeza determinaba hasta los horarios para recibir o hacer llamadas, salvo si se trataba del anuncio excepcional de una mala o de una buena noticia o de alguna novedad importante. Esa mañana llamaba uno de los directivos de la empresa donde trabajaba, con quien conversábamos ocasionalmente de cuestiones filosóficas o culturales y en menor grado, políticas. El mensaje era escueto y noté en su voz una cierta excitación y alborozo: “Esta mañana ha comenzado la rebelión de los militares en Chile; la marina se ha tomado el puerto principal y avanzan hacia Santiago”. En Santiago de Chile eran las 07:30 de la mañana y desconozco cómo mi amigo en una época sin internet ni, que yo supiese, estuviera en contacto con los servicios de inteligencia, se hubiese enterado de lo que estaba ocurriendo en Valparaíso.

A esa misma hora en Santiago, en la residencia oficial de Tomás Moro, como recuerda Joan Garcés, asesor político del presidente, en su libro Allende la experiencia chilena, el presidente comentaba al pequeño grupo de colaboradores, reunido en gabinete de trabajo: “Se ha sublevado la marinería…ninguno de los comandantes en jefe contesta el teléfono. Los carabineros son los únicos que responden”. Era el comienzo del fin del gobierno de la Unidad Popular, que asumió el poder en noviembre de 1970 para instaurar lo que se llamó “la vía chilena al socialismo”. Fue un experimento destinado al fracaso desde el principio y por casi todos los actores políticos, aunque por distintas razones. Lo hizo en octubre de 1970, Eduardo Frei, presidente saliente a Salvador Allende presidente electo, en la casa de Gabriel Valdés Subercaseaux, excanciller chileno, en una cena secreta. “…Tomando un tono de mucha fuerza, le pronosticó (Frei) a Allende que su gobierno terminaría con una crisis inmanejable, que la izquierda no sería capaz de mantener una posición democrática, que la penetración cubana iba a hacer indefendible a su gobierno y que tenía la convicción del fracaso que sobrevendría a la economía chilena al poco tiempo, pues el Estado carecía de capacidad para reemplazar a un sector privado fuertemente contrario a su gobierno”.