Año nuevo, ¿vida nueva?

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No hace falta pedir explicación de lo que Zizek quiere decir; lo hemos vivido en el COVID este año que acaba de pasar.

La sensación, al releer los problemas que están pendientes a nivel mundial, regional y local, es que el año 2020 no ha terminado el 31 de diciembre. Hay la extraña percepción de vivir un presente congelado que no se resuelve y que está detenido pese a todos nuestros esfuerzos. La experiencia límite que ha significado el COVID por ejemplo, ha tenido como consecuencia igualar los tiempos: siempre estamos en permanente peligro, siempre debemos estar en vela, tenemos que vivir en incertidumbre. No conocemos el origen genético del virus; estamos experimentando las vacunas. Esta situación, dicen algunos científicos, se extenderá por lo menos un par de años más. Otros, más optimistas, hablan de finales de este año que se inicia. Más allá de las expectativas sobre las que se puede discutir interminablemente, la mayor herida que se ha producido es a nuestro narcisismo civilizatorio. Pensábamos que estábamos definitivamente libres de plagas y que nuestra esperanza de vida solo tendría como meta el crecimiento sin fin.

¿Qué es la incertidumbre? No es simplemente no conocer el futuro. La humanidad, como especie, ha lidiado desde el principio con este tipo de incertidumbre. La existencia humana discurre en el azar, no consiste sino en hechos, y por tanto no puede asegurar permanencia. Es lo que Heidegger denominó historicidad, pero cuya referencia conceptual proviene del cristianismo. Estamos siempre en camino, ‘Homo viator’, de Gabriel Marcel.

Actualmente experimentamos otra forma de incertidumbre. El filósofo eslovaco, Slavoj Zizek, lo ha expuesto de forma magistral en su último libro, Como un ladrón en pleno día, publicado en español por Anagrama.

En un hotel de Skopie, en Macedonia, adonde ha llegado el filósofo con su pareja, esta, pregunta al recepcionista si se puede fumar en la habitación. La respuesta es absolutamente contemporánea: “Claro que no, está prohibido por la ley. Pero en la habitación tiene ceniceros, no hay problema”. No hace falta pedir explicación de lo que Zizek quiere decir; lo hemos vivido en el COVID este año que acaba de pasar.