El aroma del tiempo

Y quien lo plantea como tesis necesaria es Byung-chul Han: “El tiempo carece de un ritmo ordenado”
El libro no es nuevo. Sin embargo, a los 17 años de su publicación en la primera edición alemana, sorprende, no solo por la actualidad de su análisis sino sobre todo por la comparecencia, no hay otro término, de las grandes figuras del pensamiento filosófico alemán de los siglos XIX y XX, que participan en una especie de foro más allá de la vida y de la muerte, sobre nuestras ansiedades.
Para 2030, me comentaba un amigo cuya opinión respeto y escucho, la principal fuente de ausentismo en las empresas será la depresión. Una experiencia puede hacernos entender lo que nos pasa.
Cada vez, las urgencias se multiplican más y más. No termina una de pasar a segundo plano y por supuesto de ser resuelta, cuando asoma otra imperiosa que reclama nuestra atención. En la prensa, en el mundo político, social, en el trabajo, en la vida diaria, vivimos un desplazamiento de urgencias. No importa que a la mayoría de las personas no les importe lo político. Sucederá en los demás ámbitos. Una sucesión de azares que no deja ninguna narrativa de su paso. Y esto por una razón: la narrativa exige una cierta linealidad. Pero hoy que la guerra de Ucrania va y vuelve con diferente intensidad; la renuncia de Boris Johnson, que hizo ganar el Brexit pero que las fotos de estos días registran para la fugaz memoria, rechoncho en bicicleta y con el traje mal cortado mientras otra ciclista le saca el dedo; el COVID, que vuelve a repuntar, la atención no puede sino corretear de un lado a otro sin ninguna concentración y lo que es peor, sin que quede nada perdurable.
“Por falta de sosiego, nuestra civilización desemboca en una nueva barbarie. En ninguna época se han cotizado más los activos, es decir los desasosegados. Cuéntese por tanto entre las correcciones necesarias que deben hacerse al carácter de la humanidad el fortalecimiento en amplia medida del elemento contemplativo”. Quien defiende la ‘vita contemplativa’ es nada menos que Nietzche, junto a los místicos cristianos y a Ignacio de Loyola… Y quien lo plantea como tesis necesaria es Byung-chul Han: “El tiempo carece de un ritmo ordenado”.