‘Donna me prega’

Con el amor de fondo, la ‘canzone’ de Guido es, filosófica’
Una mujer, no hay más datos, solicita al poeta, en la última década del siglo XIII, que le explique, ¿qué es el amor?, un "accidente" que con frecuencia es "fiero y altanero", de tal manera que pueda sentirlo incluso aquel quien lo niegue. Guido Cavalcanti, (1255? -1300), florentino, contemporáneo y amigo de Dante Alighieri, perteneciente al "Dolce stil novo", movimiento que se nutrió de la tradición de la poesía del amor cortés y de la Escuela Siciliana, responde en una "canzone", "Donna me prega", forma de melopeya compuesta para ser cantada, no recitada, formada por cinco estrofas de catorce versos endecasílabos cada una y un envío de cinco. Considerado como un poema oscuro pese a la aparente ligereza del tema, "Donna me prega" aparece tratado desde las figuras renacentistas de Marsilio Ficino o Giovanni Pico della Mirandola, hasta Ezra Pound, Giorgio Agamben, en Estancias, donde analiza la relación palabra-fantasma en la cultura occidental.
Con el amor de fondo, la "canzone" de Guido es filosófica. De lo que se trata es de averiguar, eso es lo que quiere la mujer que pregunta dónde reside el amor, cuál es su potencia, su poder, las alteraciones que causa, su relación con el conocimiento y por qué, muchas veces, rompe el acuerdo medieval de razón y sensibilidad. Por eso el poema expresa las discusiones sobre el hombre, neoplatonismo y la lectura novedosa de Aristóteles a través de sus comentaristas árabes, el mayor de ellos, "el Comentador" por excelencia, Averroes.
"Sin ser una virtud, proviene de esa/ que es la perfecta (como a tal se tiene), / no me refiero a la razonadora, / sino a la sensitiva; su criterio/ no tiene salvación, porque confunde/ instinto con razón (discierne mal / quien con esa pasión hace amistades)".
Ezra Pound dedicó, entusiasmado, algunos de sus ensayos a Cavalcanti en donde veía, cerca de T. S. Eliot, la modernidad poética como invención de una nueva tradición. Guido reaparece como clave en el canto XVIII de Pound así como en Miércoles de Ceniza, de Eliot. En Agamben, el nudo borromeo del fantasma, el deseo y la palabra.