Encuentro con Roque Dalton

Dalton es el mejor poeta salvadoreño del siglo XX y uno de los intérpretes privilegiados de lo que podríamos llamar el modo de ser del salvadoreño
La primera vez que vi a Roque Dalton García fue en su fotografía en el cuadro de bachilleres del año 1953 del colegio Externado de San José, dirigido hasta ahora por los jesuitas. Cada promoción del colegio desde su fundación colgaba, en estricto orden cronológico, las fotos de sus graduados. Los nuevos, desde el primer año de primaria hasta el último de secundaria, nos terminábamos encontrando en el día con quienes habían pasado por nuestras peripecias.
Dalton es el mejor poeta salvadoreño del siglo XX y uno de los intérpretes privilegiados de lo que podríamos llamar el modo de ser del salvadoreño: una especie de brújula alocada entre lo peligrosamente sentimental y el pragmatismo burlón que impide tomarse demasiado en serio las cosas. ¿Cómo si no se podría soportar, sin sufrir demasiados conflictos de identidad, ser conocido como originario del “Pulgarcito de América”, según la poco feliz pero exitosa denominación de doña Gabriela Mistral? No por azar, el Poema de amor, que algunos denominan el segundo o el tercer himno nacional de los salvadoreños después del de Aberle y Cañas, aparece en el libro de Roque, Historias prohibidas del Pulgarcito, en que se van turnando la crónica, la denuncia, el chiste, la fábula, el amago de reportaje social.
Poco se ha dicho sobre el carácter coral de la poesía y en general de la escritura de Roque Dalton. Precisamente, son las voces diversas que se escuchan en sus obras más reconocidas, Poema y otros lugares; Las historias prohibidas del Pulgarcito; e incluso, ya los primeros poemas de La ventana en el rostro, las que permiten establecer el necesario contrapunto entre la efusión de los afectos que puede volverse cursi, la denuncia política que corre el riesgo de transformarse en panfleto y la soledad del quehacer poético frente a la historia. Solo así, Dalton ha sobrevivido guerras civiles, terremotos, cambios de época, falta de memoria histórica que ahora se ha intentado recuperar en el centro histórico de San Salvador.
A Dalton se lo encuentra en cualquier parte. En un café del centro histórico, un helado lleva su nombre. Las becas que el gobierno nacional está entregando a los jóvenes se llaman Roque Dalton. Por el azar o por algún extraño designio, las fotos de las últimas ediciones de sus libros son las del cuadro de bachiller del colegio.