La hora de Francia
Francia, junto con Alemania, no hay que olvidarlo, fueron potencias fundadoras de la Unión Europea, el nuevo orden que empezó a consolidarse después de las ruinas y lamentos de la Segunda Guerra Mundial’.
Al momento de escribir esta columna faltaban tres días para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, que se decidirían ayer domingo 24 de abril; elecciones que no afectan exclusivamente a los franceses y a Francia.
El horizonte en el que se ha desarrollado el proceso electoral francés está marcado por lo que sucede en Ucrania, que ha trastocado la seguridad europea y ha puesto en cuestión tanto la idea de Europa como de los valores del cosmopolitismo occidental, es decir, libertad, democracia liberal, separación de poderes, tolerancia, globalización, en suma, los valores universales que Occidente ha ido construyendo contra valores específicos, definidos por la dudosa pertenencia de lugares, historias simbólicas. Y digo dudosas por la manipulación a la que someten los populismos la historia y la nacionalidad.
Francia, junto con Alemania, no hay que olvidarlo, fueron potencias fundadoras de la Unión Europea, el nuevo orden que empezó a consolidarse después de las ruinas y lamentos de la Segunda Guerra Mundial. Precisamente ahora con Ucrania, la guerra estalla en territorio europeo después del relativo largo paréntesis desde 1945.
En este sentido Macron, representa lo que el editorial de diario El País de Madrid llama el “espíritu universalista francés de vocación ilustrado”, frente al ultranacionalismo de la candidata Marine Le Pen. Ella utilizó el problema del poder adquisitivo como uno de los puntos centrales de crítica al gobierno actual y de promesa para su elección. Esta no logró sin embargo, en el debate último sostenido entre ambos candidatos, defender su propuesta atrayente pero casi imposible de cumplir, como la baja generalizada del IVA a todos los combustibles fósiles.
Es una buena señal en este momento qué 16 países europeos y la misma Unión Europea hayan decidido el retorno de sus embajadores a Kiev, lo que sigue mostrando, más allá de las previsiones que se hacían antes de la ofensiva contra Ucrania, que Europa está unida, por más calculadora o cuidadosa de los costos que pueden ocasionarle una participación más directa en la guerra de Ucrania contra Rusia.