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Mujeres iraníes

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Las mujeres están a la vanguardia de estas protestas hasta el punto de representar con su consigna “Mujeres, vida, libertad”, el malestar acumulado, del que participan todos los grupos sociales

La lucha de las mujeres iraníes contra el teocrático régimen iraní, gobernado por clérigos intolerantes, es un símbolo de valor del año que termina y un ejemplo para el que estamos iniciando. Desde septiembre del año pasado, las protestas lideradas por mujeres jóvenes han puesto en crisis al Gobierno de la República Islámica, en el poder desde la revolución de 1978-1979. Quienes aplaudíamos entonces la caída del Sha de Persia, Reza Pahlevi, aliado a Occidente, pero déspota e inhumano, no sabíamos que lo peor estaba por venir.

En Irán las mujeres están en un segundo plano, inadmisible para el mundo occidental, basado en la libertad y en la igualdad. Después del derrocamiento del Sha, los derechos de las mujeres comenzaron a ser restringidos hasta disponer de ellas como bienes: deben usar el velo obligatorio desde los siete años, no intervenir en la vida social y no usar colores brillantes ni maquillaje. Quienes lo hagan “incitan a la corrupción y a la prostitución” y las reprime la “policía de la moralidad” por vestimenta inapropiada.

Las mujeres que no cumplen estos códigos no pueden ingresar a oficinas gubernamentales, bancos, utilizar transporte público y desde julio de 2022, arrestadas si no usan el hiyab. Su uso obligatorio que cubre la cabeza y el pecho es, para la República Islámica, según Masih Alinejad en “Foreign Affaires”, como el Muro de Berlín para el sistema comunista: símbolo de poder, pero también de fragilidad. Con una diferencia: en 1989 no había internet. Ahora los jóvenes están conectados con el resto del mundo y valoran lo personal, clave de las democracias liberales.

Desde septiembre, las protestas no cesan. Se iniciaron con el asesinato de Mahsa Animi, joven de 22 años, en manos de la policía de la moralidad, detenida por no usar el velo apropiadamente. Hasta ahora han muerto 500 civiles, incluidos adolescentes y niños y ahorcadas dos personas.

Las mujeres están a la vanguardia de estas protestas hasta el punto de representar con su consigna “Mujeres, vida, libertad”, el malestar acumulado, del que participan todos los grupos sociales, contra un régimen que solo puede reprimir, y sangrientamente, pero no convencer. Ni siquiera con el abuso del nombre de Dios.