Sin novedad en el frente

La película, como la novela, es radicalmente antibélica y estremecedora
“Alguna locura en los Balcanes hará estallar la próxima guerra”, habría dicho Bismarck, mirando el futuro de la orgullosa Europa que se aprestaba a terminar el siglo XIX y enfrentar con optimismo e ingenuidad el nuevo XX, sin saber que sería tan funesto y que además marcaría el final de la hegemonía europea mantenida desde la Modernidad durante casi cuatro siglos. Bismarck hubiera podido decir “estupidez” en vez de locura. Todo lo que sucedió más adelante, es decir el clima preparatorio bélico de las partes contendientes, las estrategias de los imperios Austro-Húngaro, Alemán, Ruso, Británico y de la República Francesa, que volvieron inevitable la contienda -con todo el horror del desarrollo industrial alcanzado volcado a la producción bélica-, la ignorancia de lo que habría por venir, los cálculos fáciles, la mediocridad de los generales combatientes y su mortífera mezquindad humana, fue efectivamente una estupidez.
De esa estupidez se ocupó la novela del escritor alemán Erich Maria Remarque, Sin novedad en el frente (1929). También la película del año pasado del mismo nombre (por lo menos en español), del director alemán Edward Berger, y en su momento, la del director estadounidense Lewis Milestone, en 1930. Lo novedoso de la versión de Berger es la aparición de una figura que sería clave para el momento de las negociaciones y para tratar de reconstruir a la derrotada Alemania, Matthias Entzberger, cuyo traje negro destaca frente a los colores de los generales enfrentados y que trata de firmar la paz lo más rápido posible. Entzberger sería uno de los reconstructores de la República de Weimar y moriría asesinado en 1921 a mano de los nacionalistas alemanes, Sobre él, de origen judío, cargó el nacionalsocialismo alemán la culpa de la traición a la patria, la “cuchillada por la espalda”, que significó el Tratado de Versalles.
La película, como la novela, es radicalmente antibélica y estremecedora. Y a veces difícil de ver por las escenas de crueldad que recogen la herencia de Kubrick y de Spielberg. Escenas semejantes a las que seguramente se están desarrollando hoy en el frente ucranio-ruso, lo que no nos debe hacer olvidar que en su momento, Remarque, antibelicista y todo, apoyó a los Aliados para su victoria en la II Guerra Mundial.