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La paradoja peruana

Avatar del Joaquín Hernández

El colapso no se explica unilateralmente por la teoría de la conspiración...

Desde el comienzo del siglo, es decir desde Alejandro Toledo (2001-2006), hasta el efímero período de Pedro Castillo, el modelo peruano presenta una paradoja singular: por un lado, el de crecimiento económico rampante, en apariencia invulnerable a las crisis políticas; mientras que por otro, simultáneamente, una sistemática destrucción de las instituciones republicanas, acelerada por la corrupción generalizada, el alquiler de los partidos políticos y la toma de los poderes del Estado para defender intereses privados. La expresión más clara de esta debacle política es el dudoso honor de contar con el mayor número de presidentes derrocados de la región.

Pero esta paradoja parece no estar llegando a su final con la destitución de Castillo después de su fallido intento del 7 de diciembre de disolver al Congreso y asumir el poder del Estado. La disparidad entre una economía boyante y una democracia en ruinas se mostró desde la elección de Castillo y el estallido de las protestas, sobre todo en la sierra centro sur, que ha dejado como nunca una elevada pérdida de vidas humanas (48 al momento de escribir este artículo), centenares de heridos, resentimientos difíciles de cicatrizar y destrucción de bienes públicos y privados.

El colapso no se explica unilateralmente por la teoría de la conspiración: terroristas infiltrados, grupos de izquierda radicales, injerencia de figuras extranjeras como la de Evo Morales y sus agentes que ven al sur peruano como parte de una misma nación originaria. Pero las teorías de la conspiración no funcionan si no encuentran el terreno abonado y es la región que hoy está en pie de guerra, una de las empobrecidas del Perú donde, paradójicamente, están las grandes reservas mineras. Con reflejos ancestrales, mucha de esta gente ve a Castillo como uno de los suyos, defenestrado por las élites limeñas. Después de más de dos décadas de desprestigio, ni el gobierno de Dina Boluarte y mucho menos el Congreso del país, tienen carta de legitimidad.

Hace 5 años Alberto Vergara advertía que el Perú contemporáneo estaba marcado por el fracaso republicano. Hace poco, James A. Robinson, coautor de ¿Por qué fracasan las naciones, señalaba: “Creo que los problemas del Perú vienen de la debilidad institucional, del Estado y creo que tendrían que construir fortaleza institucional”.