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Reflexiones de medio año

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¿Quién podía entonces, como hoy, responder a la pregunta que plantea el columnista del periódico:” ¿cómo salimos de la situación actual?”.

Me llamó la atención el artículo de Josep Oliver Alonso, Un mundo en crisis, publicado en La Vanguardia de Barcelona la semana pasada. Como tal, es un excelente artículo de síntesis, desde la óptica europea por supuesto, de lo que está pasando en el mundo en este momento pero donde se sacan ya, además, consecuencias sobre el año 2023 que nos parece, por el momento lejano.

Evidentemente, el suceso crucial, es decir el que marca la situación, es la guerra de Rusia-Ucrania. Pasados seis meses del inicio de la invasión rusa, no se avizora el fin del conflicto. Algo así como supongo experimentaron los dirigentes de las potencias combatientes de la I Guerra Mundial cuando, pasados los primeros seis meses, en el frente occidental, los ejércitos cavaban trincheras que los inmovilizaron los siguientes tres años. ¿Quién podía entonces, como hoy, responder a la pregunta que plantea el columnista del periódico:” ¿cómo salimos de la situación actual?”.

A nivel europeo, las consecuencias de la guerra se dejan sentir como enumera el articulista: elevación de la cotización del gas quince veces por encima de la media de veranos anteriores, récord de los precios de la electricidad en Francia y en Alemania; caída del euro frente al dólar, que eleva la inflación. Por supuesto hay ciertas posibilidades de mejorar el aprovisionamiento de gas por otras vías. El problema en el fondo de esta guerra, como ya se lo ha advertido, es el final de un orden mundial basado en la globalización.

Nada de eso es noticia ni preocupación en nuestra región y menos en el Ecuador. Engolfados en líos interminables, muchos de ellos mezquinos, asistimos al desplome de las instituciones mientras inocentes pagan su suerte por la violencia, la falta de medicinas, la ausencia de calidad de vida, y para colmo tenemos que oír intervenciones delirantes con la más pura retórica retrechera del populismo. El pueblo, ese fantasma invocado que nadie conoce, empezando por quienes hablan a nombre de él, que se utiliza cuando no se tiene nada que decir. Otra crisis de la que nadie sabe su fin.