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Para tiempos turbulentos

Avatar del Joaquín Hernández

El escritor francés, en esa época turbulenta, no se agotó en reunir argumentos a favor de uno u otro de los dos bandos

Si alguien vivió tiempos turbulentos como los nuestros fue el pensador francés Michel de Montaigne, célebre autor de los ‘Ensayos’ que dio nombre a un género, que no era propiamente hablando lo que en esa época se conocería como literatura (novela, cuentos), pero tampoco como historia aunque hacía sus excusiones en ella y sacaba provecho de la herencia de los clásicos antiguos griegos y romanos. No era filosofía como sería la que, décadas después, plantearía magistralmente el fundador de la filosofía moderna, un compatriota suyo, René Descartes; y tampoco memorias, en el sentido estricto de la palabra, ya que Montaigne se ocupa de todo, sus aficiones, sus opiniones sobre todas las cosas, sus experiencias sin someter al texto al férreo ordenamiento de los recuerdos.

Montaigne vivió en plenas guerras de religión en las que católicos y protestantes se mataban entre sí de formas generalmente atroces; se sucedían los cambios de palabra, de lealtades y hasta de religión que estaban a la orden del día y solo se podía ser de un bando u otro. Una época confusa en la que perecían tanto incautos como astutos, hombres de buena fe como taimados y felones.

Precisamente, en estos días y a propósito de la reciente desaparición del escritor chileno Jorge Edwards, he vuelto a revisar su libro ‘La muerte de Montaigne’. Es uno de los mejores de Edwards y también una luz. El escritor francés, en esa época turbulenta, no se agotó en reunir argumentos a favor de uno u otro de los dos bandos, ni se dedicó a ocuparse de la realidad violenta que le rodeaba. Probablemente, con ello perdería lo que hoy llamamos ‘actualidad’ pero recuperó, para sí y para los otros, vivencias que mostraban que la vida era más que una eterna polémica.

La memoria de Montaigne, y por supuesto el libro de Edwards, viene a la mente cuando se enfrenta en soledad el compromiso de escribir un artículo. ¿Por qué no enfrascarse solo en la actualidad y dejar para mejores tiempos hablar de ensayos, filosofía, arte, en fin cultura? ¿Por falta de compromiso como decía en la época sartreana, por cálculo? “Hay necesidad de respirar en otros cielos que permitan, así sea transitoriamente, la energía para afrontar el presente y la relativización para no hacer del otro un enemigo”.