La tragedia nicaragüense

...cualquier país podría iniciar una acción penal contra el Estado nicaragüense, así este no haya firmado el Estatuto de Roma
Lo que le sucede a Nicaragua desde hace pocos años, cuando la dictadura de Daniel Ortega y de su pareja Rosario Murillo -Lady Macbeth en versión centroamericana-, en su afán de convertirse en poder absoluto, en 2018, con la consigna “Vamos con todo”, haciendo que sus fuerzas de seguridad asesinasen entre abril y septiembre de ese año a más de 355 personas, es simplemente estremecedor e intolerable. ¿Cómo es posible que la triunfante Revolución Sandinista, que aparecía presidida en 1979 por el rostro adolorido pero digno y humano de una Violeta Barrios de Chamorro y cuya gesta quedaba inmortalizada por la letra y música de Carlos Mejía Godoy y los del Palacagüina, que auguraban una democracia y libertad nunca vistas en la tierra de Rubén Darío, se convirtiese en décadas en un infierno de persecución y de terror, mil veces peor que el del régimen de Anastasio Somoza, uno de los dictadores más crueles y contumaces de América Central?
Esta semana el Grupo de Expertos de Derechos Humanos sobre Nicaragua (Ghren por sus siglas en inglés) concluyó que la pareja presidencial, con sus altos mandos, cometieron “crímenes de lesa humanidad” en 2018, cuando utilizaron armas de alto calibre contra los manifestantes. “Todos los elementos que se ven en Nicaragua, desgraciadamente, se pueden ver en los juicios de Núremberg”, indicó el presidente del Ghren, Jan-Michael Simon, en nota aparecida en diario El País de España. Como consecuencia, cualquier país podría iniciar una acción penal contra el Estado nicaragüense, así este no haya firmado el Estatuto de Roma, que llevaría a los sindicados a la Corte Penal Internacional.
Ortega, como tantos dictadores del siglo XXI, volvió a ganar la presidencia en 2006 y aplicó inmediatamente la estrategia de todos ellos para asumir el poder absoluto. Ataque a la prensa mediante control de licencias, impuestos a los medios. Hordas fanatizadas para irrumpir en manifestaciones de la oposición. Y, cuando estas recrudecieron, fueron reprimidas a sangre y fuego, además de atacar a la Iglesia, prohibir incluso procesiones, encarcelar obispos y sacerdotes, y hasta a los empresarios. La sonriente primavera democrática de 1979 se ha convertido en pesadilla dictatorial.