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Ucrania y nosotros

Avatar del Joaquín Hernández

Evidentemente, las consecuencias económicas son más fáciles de entender aunque más difíciles de calcular a mediano plazo

La pregunta obligada en las entrevistas que me hacen los medios de comunicación en estos días trágicos de la invasión a Ucrania es, ¿y cómo nos afecta a nosotros? Este país, de "frontera" queda muy lejos de nosotros. Es su geografía como su idioma lo que nos distancia. Y por supuesto su cultura y su historia, hendido por el relativismo de nuestra época donde se supone que nadie tiene la razón completamente. Por supuesto, sí hay la vibración afectiva, la compasión, ese humano sentimiento arraigado en la naturaleza humana que los griegos supieron nominar en sus tragedias, ante lo que le sucede al pueblo ucraniano.

Estremecen las imágenes, los rostros de los niños, los destinos concluidos abruptamente, los sueños convertidos en pesadillas.

¿Hay algo más de ese sentimiento primario que distingue a la especie? Los tanques y los misiles están demasiado lejos. La proximidad de una guerra nuclear y el Apocalipsis final es más una fantasía versión Netflix que algo que pueda tomarse en serio frente al dolor presente, la condición real de los participantes enfrentados, la estrategia militar que ubica como básicamente disuasiva a dicha arma.

Evidentemente, las consecuencias económicas son más fáciles de entender aunque más difíciles de calcular a mediano plazo. La subida del precio del barril de petróleo no es la lotería de Navidad. Pero hay algo más, una especie de oxígeno vital que no se ve pero que es indispensable a la cultura, el espíritu de la época.

Lo que está en juego en el actual conflicto es si un régimen autoritario, adversario declarado de las democracias liberales, puede imponerse al mundo. En los noventa festejábamos entusiasmados y optimistas el triunfo de las democracias por la coincidencia histórica de la economía liberal con la política liberal o, como dice Fukuyama, de la razón y el deseo por una parte y el reclamo de reconocimiento del ser humano por otra. Este reclamo por primera vez en la historia no acontecía en los términos de dominación/sometimiento sino de acuerdo entre iguales. Esta coincidencia es la que está puesta en juego hoy en Ucrania.