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Jorge Luis Jalil: Todos contra todos

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En Ecuador, reglamentariamente debe existir un debate con todos los candidatos

En Ecuador se han inscrito 17 candidatos para la presidencia en las elecciones de 2025, figuras que han surgido de todos los sectores sociales, desde el activismo indígena hasta las elecciones municipales de Londres.

Durante mucho tiempo se ha tergiversado el concepto de democracia, al punto de pensar que se trata únicamente de elecciones con papeletas que parecen sábanas y de partidos que, en muchas ocasiones (según han dicho los propios presidentes de partidos), presentan candidatos solo para alcanzar el porcentaje mínimo y no perder su inscripción en el CNE.

Algo está mal. Y lo está si basta con unas firmas y ambición para financiar un ego personal con dinero público. Si bien en las elecciones hay sorpresas, cuando una candidatura despega no es por accidente. Para que eso suceda debe existir alguna característica disruptiva que ofrezca el candidato, que pueda atraer a gran número de electores. En el caso de Daniel Noboa se trataba de un asambleísta heredero de una familia con mucha trayectoria política, que ya era conocido antes de las elecciones.

Me atrevo a decir que al menos la mitad (si no es más) de los candidatos obtendrán alrededor de 1% de los votos y ellos lo saben. ¿Por qué no les importa hacer el ridículo? Porque nuestro sistema premia a quienes se candidatizan con fondos partidistas financiados por el Estado.

En Ecuador, reglamentariamente debe existir un debate con todos los candidatos. A mi parecer, la empresa privada debería organizar un debate con los cinco candidatos que en cinco encuestas distintas se encuentren en los primeros puestos.

El modelo PASO en Argentina sirve como una suerte de filtro para las elecciones generales. Creo que es mejor aumentar la cantidad de firmas requeridas y mejorar los controles para evitar que firmen personas fallecidas o afiliadas a otros partidos, además de renovar esta afiliación periódicamente.

En fin, con 17 personas en una papeleta, y pese a que ciertos movimientos de izquierda firmaron un pacto de no agresión, dudo mucho que se respete. Esto será, como decía mi abuelo, un “todos contra todos”.