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Jorge Luis Jalil | Más allá de la oscuridad

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Incluso en la noche más oscura, la esperanza debe prevalecer

Ecuador enfrenta una crisis de apagones nefasta, agravada por un estiaje que ha reducido la generación hidroeléctrica en un 40 %. Este fenómeno, combinado con una falta de generación eléctrica distinta a la hídrica, ha llevado a cortes de energía que afectan la vida de todos nosotros. La situación es crítica, y su repercusión en la salud mental de la población no es cosa menor.

Según el Ministerio de Salud Pública, el número de consultas por depresión y ansiedad de 2023 se incrementó 58 % vs. los años interiores, esto sin medir aún el 2024. La incertidumbre en torno a los apagones no hace más que agravarlo, pudiendo empeorar el cuadro de quienes ya luchan con problemas de salud mental.

La continua falta de energía no solo afecta la productividad y las actividades cotidianas, sino que alimenta el sentimiento de impotencia. El impacto psicológico va más allá de la incomodidad; hay un costo emocional que se está acumulando, especialmente en un país donde aproximadamente el 75 % de la población carece de acceso adecuado a servicios de salud mental, según la OMS.

Las autoridades deben actuar rápidamente. Además de buscar soluciones para la crisis eléctrica, es esencial implementar políticas que aborden el bienestar emocional de la población. Campañas de concienciación, acceso a recursos psicológicos y espacios de diálogo son urgentes.

La realidad es que no todos podrán comprar un generador; algunos pasan por situaciones económicas muy complejas debido a la recesión que ya atravesábamos, al punto que no les alcanza ni para comprar linternas. Considerando la relación causal que puede existir entre la oscuridad misma y la depresión, obtener y entregar fuentes de iluminación sería algo en lo que el Gobierno o la sociedad civil podrían dar una mano. Ecuador no puede permanecer en la oscuridad, ni física ni mentalmente. Abordar la crisis energética y la salud mental al mismo tiempo nos ayudará a que nuestra sociedad no colapse. Recuperar el bienestar emocional de los ecuatorianos es esencial.

Incluso en la noche más oscura, la esperanza debe prevalecer.