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Jorge Luis Jalil | El bravo pueblo

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La oposición venezolana hace muchos años la tiene cuesta arriba

Hace cerca de 25 años ganó la presidencia de Venezuela un joven exmilitar, una figura nueva que había encabezado un golpe de Estado fallido en contra del gobierno de Carlos Andrés Pérez en 1992 y que prometía una asamblea constituyente para “refundar la patria”. El comandante Chávez se caracterizó por liderar un gobierno que irrespetaba la propiedad privada y que castigaba a aquellos que se atrevían a criticarlo. En 2013 el presidente Chávez fallece a causa de un cáncer y asumió en su lugar Nicolás Maduro Moros, un político de muy humildes orígenes, cuyo mayor mérito a lo largo de su vida fue demostrar su lealtad al fallecido mandatario.

La oposición venezolana hace muchos años la tiene cuesta arriba, cuándo Chávez vivía ya sufrían persecuciones que llevaron a más de uno al exilio y que causaron un ambiente hostil entre quienes apoyaban al régimen y quienes no. Se habló durante mucho tiempo de que tanto el gobierno de Chávez como el de Maduro armaban a ciudadanos que mantenían fidelizados para que de manera extraoficial ejerzan poder y terror, de modo que fueran cada vez menos los que se atreviesen a levantarse en contra del régimen.

La oposición venezolana fue capaz de ganar un referéndum en 2007 por mínima diferencia, a pesar de tener todo en contra y en 2015 la MUD (oposición) venció a la coalición oficialista sacando más de la mitad de los votos y escaños para la Función Legislativa.

Este año le tocó al bravo pueblo demostrar que también podía vencer a un candidato presidente que lo intimidaba y amenazaba con “baños de sangre” si no ganaba. Pese a esto fueron capaces de votar tan abrumadoramente por un cambio, que a diferencia de otras ocasiones donde el régimen manoseaba la elección desde el poder electoral, al día de hoy no han sido capaces de presentar actas que respaldan un supuesto triunfo del oficialismo. La oposición sí lo hizo y la victoria fue aplastante, pero para que estos gritos de cambio no sean silenciados necesitamos de una comunidad internacional que se mantenga firme en su defensa de la voluntad popular para que pronto podamos celebrar el triunfo cantando: ¡Gloria al bravo pueblo!