Jorge Jalil: El triunfo inesperado

Daniel Noboa ganó de forma determinante, pero también inesperada
Contra todo pronóstico, Daniel Noboa no solo fue reelegido, sino que lo hizo con una ventaja contundente, dejando al correísmo con una de sus peores actuaciones electorales en su historia. El movimiento que una vez dominó el tablero político ecuatoriano apostó por una campaña centrada en su base, con discursos reciclados y voceros poco acertados que terminaron por alejar a los votantes indecisos. El intento de vender una unidad forzada no caló, especialmente en un país que ya no responde al mismo libreto de hace 15 años.
Mientras tanto, Noboa optó por una estrategia opuesta: habló directamente a la gente, mostró lo hecho en su corta presidencia y lo que espera alcanzar. Su tono fue menos ideológico y más práctico, cercano a las preocupaciones cotidianas de los ciudadanos. En vez de confrontar, conectó. Esta apuesta por ampliar su base fue clave para su victoria.
El debate presidencial fue el punto de inflexión. Mientras Luisa González adoptó una postura confrontativa, incluso sugiriendo problemas de atención en el presidente, Noboa se mantuvo sereno, preciso, con actitud de estadista. En un país cansado de la pelea constante, su mesura fue bien recibida. El contraste fue claro, y muchos lo vieron como la señal de madurez que Ecuador necesita.
Además, el voto facultativo jugó un papel inesperadamente decisivo. Jóvenes y adultos mayores, motivados por una figura fresca pero con legado -el “Ecuador adelante” de Álvaro Noboa reapareció como símbolo de continuidad con renovación-, fueron el motor que impulsó la victoria. No sin dejar de mencionar el guiño a Sixto Durán Ballén y su frase “ni un paso atrás”.
Daniel Noboa ganó de forma determinante, pero también inesperada. Su reto ahora es más complejo que ganar una elección: necesita gobernar para todos, unir a un país fracturado y demostrar que su estilo no solo sirve para conquistar urnas, sino también para transformar realidades.