Jorge Jalil | Venezuela: una lección para Ecuador

Callar frente a una dictadura es, en esencia, ser cómplice de ella
En los próximos días Venezuela vivirá un episodio crucial: una toma de posesión presidencial en un contexto oscurecido por la sombra del autoritarismo y el fraude. Nicolás Maduro, que ha gobernado como dictador de facto, se prepara para perpetuarse en el poder a pesar de que los resultados de las últimas elecciones apuntan a una realidad diferente: Edmundo González Urrutia es el verdadero ganador de las elecciones, según múltiples reportes independientes.
La comunidad internacional tiene una responsabilidad histórica en este momento. Las cifras de las elecciones hablan por sí solas: González Urrutia obtuvo un 52,3 % de los votos frente al 45,8 % de Maduro, de acuerdo con auditorías independientes realizadas por observadores electorales. Sin embargo, el control absoluto que el régimen ejerce sobre el Consejo Nacional Electoral y los tribunales ha permitido que estos resultados sean ignorados, consolidando un modelo de gobierno que se sostiene a costa de la miseria de su pueblo. Más del 90 % de los venezolanos vive en condiciones de pobreza, mientras el régimen utiliza el hambre y la represión como herramientas de control.
La democracia no es negociable y reconocer a Maduro como presidente sería avalar un proceso ilegítimo y un sistema que se aleja de los valores fundamentales de las patrias libres. Ecuador, como país que valora su democracia, no puede permanecer en silencio. Exhortamos a los candidatos presidenciales ecuatorianos a pronunciarse con claridad sobre esta crisis. Declaraciones ambiguas o evasivas, no solo menoscaban los principios democráticos, sino que también envían un mensaje preocupante sobre la dirección que podrían tomar sus propios liderazgos.
“La democracia no es solo el derecho a votar, sino la certeza de que cada voto cuenta”, decía John F. Kennedy. Hoy esa certeza está siendo arrebatada al pueblo venezolano. Como ecuatorianos, debemos reflexionar sobre el impacto que tienen estos hechos en nuestra región y exigir una postura firme y coherente por parte de nuestros líderes. Callar frente a una dictadura es, en esencia, ser cómplice de ella.