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Estas elecciones no se ganan con odios ni con etiquetas, se ganan sin dar un solo voto por perdido

Desde que el expresidente Correa no fue candidato en las elecciones en que venció Lenín Moreno, muchos analistas, políticos, opinólogos de profesión e incluso votantes han centrado el análisis de un candidato en si fue correísta, hasta cuándo, que tan correísta era, si trabajó en el gobierno de Correa o si en algún momento incluso votó por él.

Esto se fue agravando con el tiempo, sobre todo en el discurso público y en los medios de comunicación.

Aquellos que se enfocan en esto pierden de vista, a mi parecer, lo que en realidad le importa a la gente: tener una mejor calidad de vida. Antes vivíamos en el permanente discurso de si tal o cual actor político es de izquierda o de derecha y ahora se ha convertido en si es o fue correísta. Este análisis es muy pobre en mi opinión y haré mi mejor esfuerzo por exponerles el porqué.

Periodistas y analistas dicen que el gran problema de las fuerzas que no militan en el correísmo es que no aprovechan el 70 % del país que es anticorreísta. Hagamos una pausa ahí: ¿en serio estamos asumiendo que porque en primera vuelta el correísmo llega a porcentajes cercanos al 30 % eso significa que el resto de los votantes lo repudian? Basta con ver los resultados de las dos últimas segundas vueltas y de las elecciones seccionales de este año para evidenciar lo contrario.

A algunos candidatos se los ha criticado por escoger binomios o asambleístas que fueron correístas pero, de verdad, ¿cuándo empezamos a medir la capacidad y la valía de una persona que quiere servir al país con base, en muchos casos, en sus preferencias pasadas? No emprobezcamos el debate y abramos los ojos a una realidad: Lenín ganó y Andrés Arauz no estuvo lejos de hacerlo, y el escenario hoy es incluso más difícil para el ‘anticorreísmo’, ya que cualquier persona que se haga la pregunta de si estamos mejor que hasta hace siete años obtiene una respuesta que se ha vuelto incluso objetiva: no.

Estas elecciones no se ganan con odios ni con etiquetas, se ganan sin dar un solo voto por perdido y apelando a absolutamente todos los votantes que puedan creer en las propuestas de un candidato.