Nuestros hijos

Quiero que mi hijo pueda salir a jugar tranquilo a la calle, que cuando crezca pueda hacer su vida social normal y que no deba vivir con miedo
El año 2022 Dios me regaló la bendición de convertirme en padre.
Antes nos preocupaba que reciban un país endeudado, que lleguen a este mundo con cuentas por pagar como ciudadanos, que no crezcan viendo obras para mejorar su calidad de vida y que vean una sociedad más justa.
A pesar de que las acciones del Gobierno han logrado minimizar en algo estas preocupaciones que siguen latentes, este problema, que de por sí provoca zozobra ha pasado por completo a segundo plano.
Ahora que soy padre me ha dejado de preocupar si tenemos que pagar deuda externa y mis miedos se han trasladado a lo obvio: la inseguridad.
No solo son para alarmarse nuestros números de muertes violentas sino también el agresivo aumento en los robos, los delitos violentos, los delitos contra la mujer, entre otros muchos que siguen la tendencia y cuyas cifras hoy asustan.
Hablando de Guayaquil particularmente, ya estamos y no muy arriba en el ‘ranking’ de las 50 ciudades más violentas del mundo.
El otro día escuchaba al experto en seguridad Jan Topic hablar de lo que era su plan para combatir la inseguridad, pero algo que me llamó la atención es que comentó que la estrategia en un inicio no podría ser disminuir los números de violencia, sino contenerla. Es decir, la situación que vivimos es tan grave que si se ejecutara un buen plan de seguridad el objetivo realista al inicio no sería que haya menos muertes, sino que no aumenten.
Este es el país que le estamos dejando a nuestros hijos.
Espero que cualquier persona con algo de poder tenga esto en mente a la hora de actuar. Priorizar es vital para salvar el país, para no perderlo, y eso no se hace con jugarretas políticas ni juegos de poder.
Quiero que mi hijo pueda salir a jugar tranquilo a la calle, que cuando crezca pueda hacer su vida social normal y que no deba vivir con miedo. Ese es el país que le debo.