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Tierra de nadie

Avatar del Jorge Jalil

Ni siquiera me alcanza el espacio para hablarles de la situación carcelaria

Esta semana no hablaré del juicio político, de nuestra Asamblea, del desabastecimiento de medicinas, del duro invierno que nos está azotando como país causando deslaves, carreteras destruidas, incluso muertos. Hoy voy a hablar de lo que a pesar de todo lo mencionado es lo que, por mucho, más nos preocupa, y es la inseguridad.

Hace unos días vimos cómo un sujeto con un cuchillo amedrentó a cuatro agentes del orden, incluso hiriendo a uno, y cómo estos cuatro agentes no se atrevían a neutralizar al vándalo. ¿Por qué? Porque saben lo que les tocaría enfrentar en caso de que utilicen su derecho a la legítima defensa, porque en Ecuador independientemente de que se cumplan todas las causales para que se determine que la legítima defensa existió -como lo son que el peligro sea inminente (es decir inmediato), que sea real y que la respuesta sea proporcional a la amenaza-, se los procesa.

En este último punto quiero insistir en que el hecho de que la respuesta sea proporcional a la amenaza no significa, por ejemplo, que si uno tiene un cuchillo el otro no puede responder con una pistola. Lo que nos señala la proporcionalidad es que el daño que pueda causar esa acción sea proporcional a la acción que se utilice para evitarlo.

Aun así, cuando un agente del orden que hace uso de la legítima defensa es denunciado, se inicia un proceso de investigación previa; en muchos casos se le formulan cargos y en otros termina siendo sentenciado. (Se imaginarán qué puede esperar un expolicía en la cárcel). Todo esto sin considerar los gastos en los que deben incurrir para su defensa.

Escuché al asambleísta Narváez decir que la ley del uso progresivo de la fuerza soluciona este problema, pero algo anda mal porque vemos a las fuerzas del orden con el mismo miedo de actuar por las repercusiones que les puede traer.

Ni siquiera me alcanza el espacio para hablarles de la situación carcelaria, pero lo cierto es que estamos en un país donde los que tenemos miedo somos los ciudadanos, donde los policías no sienten un verdadero respaldo (indultos, por ejemplo, sería una buena señal), y todos los días se nos mueren en promedio 17 personas. Tierra de nadie.