José De La Gasca | ¡Sextorsión!
La sextorsión es la mezcla entre la corrupción y los delitos sexuales. Sí, porque la corrupción no solo tiene que ver con plata
Si usted no ha escuchado este término o su construcción en inglés (‘sextortion’), es mejor que vaya familiarizándose. La sextorsión es una realidad asquerosa, delictiva y sobre la que poco o nada hablamos hasta que nos ocurre.
De hecho, hasta el año 2008 este fenómeno ni siquiera tenía nombre. Era una peste silenciosa que carcomía a mujeres y niñas en todo el mundo, y tampoco lo habíamos identificado.
La sextorsión es la mezcla entre la corrupción y los delitos sexuales. Sí, porque la corrupción no solo tiene que ver con plata. Las coimas, por ejemplo, no solamente se exigen en dinero, sino que el sexo es también una moneda de cambio.
No solo imaginemos realidades muy precarias en las que, por falta de dinero, se coacciona a mujeres a pagar con favores sexuales el acceso a servicios públicos. Tampoco a miles de mujeres y niñas migrantes que fueron violadas para no ser deportadas en pasos fronterizos. O a las otras tantas mujeres que fueron abusadas sexualmente en prisiones a cambio de poder ingresar medicinas para sus familiares. Imagine también a los cientos de mujeres a las que les han exigido favores sexuales o fotografías íntimas a cambio de no ser reprobadas en alguna materia en colegios o universidades. Y sí, también piense en aquellas mujeres que han sido abusadas, forzadas a ceder en lo sexual, a cambio de un trabajo o para no perderlo. Sí, todo eso es sextorsión.
En el Código Orgánico Integral Penal (COIP) tenemos cubiertas -en extenso- las conductas sexuales predatorias más comunes: violación, violencia sexual, abuso sexual, acoso sexual e incluso la “extorsión sexual”. Desde luego, el abuso de la autoridad para beneficio personal también tiene un catálogo de ‘delitos de corrupción’. Empero, la ‘sextorsión’ no existe como delito en el COIP. Tenemos, entonces, una laguna punitiva gigante. Lo que no se nombra o tipifica no se combate y menos se castiga.
Esta semana, Peter Calo, exasambleísta, fue sentenciado a 19 años de cárcel por violación. Glas fue denunciado por acoso sexual e intimidación por su excolaboradora. En ambos casos, los elementos se repiten: abuso de poder y sexo.
¿Qué esperamos, pues, para llamar y sancionar a las cosas por su nombre?