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17 binomios... y puede ser peor

Avatar del José Hernández

"Si se agrega que la actual fragmentación política se verá reflejada en la composición de la Asamblea, se puede temer que la gobernabilidad, en su conjunto, se vea comprometida desde el 24 de mayo próximo"

La lista de 17 binomios suscita inquietud y desesperanza: no puede ser que un país tan pequeño concite tal fragmentación política. Este récord histórico de candidatos no permitirá esclarecer la catarata de propuestas.

Peor: hay un clima de fraccionamiento, nutrido por esos binomios, que milita sin tregua en contra del sentido común que reclama, precisamente ahora -con crisis económica, falta de empleo y pandemia-, el establecimiento urgente de una agenda nacional.

Consuelo de tontos: si se mira el panorama nacional, la desazón que provoca la lista de 17 binomios puede crecer en forma exponencial. Los motivos están en todos los noticieros. El Gobierno de Lenín Moreno no tiene músculo político ni vínculo alguno con una Asamblea que da vergüenza ajena. Le quedan siete meses y lo único que puede hacer es repartir, dosificando y priorizando beneficiarios, miles de millones de dólares ($ 4.000 llegarán hasta diciembre) que recibirá del FMI. Es dramático que ese préstamo sea utilizado para pagar atrasos y salarios. Y es insólito que, cuando el país no tiene otra alternativa, haya voces que digan que ese acuerdo, que lo único que hace es enlistar algunas tareas que el país no ha hecho -incluida una ley anticorrupción- conspira contra la prosperidad. Lo dijo Pascual del Cioppo, el 7 de octubre, en un comunicado que firma por cuenta del Partido Social Cristiano. Es irónico, pero no menos dramático que lo diga ese partido que no aspira a gestión nacional alguna y que lo firme alguien que, fuera de haber sido diputado hasta 2007, no ha tenido responsabilidad pública alguna.

El PSC no está solo en esa tarea. También se oponen al acuerdo (que puede ser replanteado y renegociado) los correístas y los indígenas. Dicho de otra manera, la fuente de recursos que está sosteniendo la economía es cuestionada sin que esos actores ofrezcan alternativas reales para conseguir dinero. Eso debe prender las alertas sobre el margen de maniobra que tendrá el próximo gobierno, sea cual fuere su sigla política.

Así, y salvo si algún candidato logra ganar en la primera vuelta, el próximo presidente se instalará en Carondelet con un grado de legitimidad poco recomendable para la tarea que tiene por delante. Si se agrega que la actual fragmentación política se verá reflejada en la composición de la Asamblea, se puede temer que la gobernabilidad, en su conjunto, se vea comprometida desde el 24 de mayo próximo.

Este escenario, que no toma prestado ningún ingrediente del mundo de la ficción, puede agravarse. Los indígenas, que tuvieron a Quito, en octubre pasado, 11 días bajo su férula, amenazan con repetir la dosis. Ecuador no imagina todavía lo que significa tener una dirigencia indígena que cree que debe operar con tesis marxistas-leninistas pasadas por el colador del mariateguismo.

El país tiene ahí en ciernes un grave problema que en Perú se tradujo en la creación de grupos guerrilleros. Y falta el correísmo para que el coctail esté completo. Rafael Correa, si su candidato no gana, seguirá promoviendo el golpe de Estado que ya ensayó -sin éxito, naturalmente- al proponer a Jaime Nebot tomar el poder. Y al aupar el golpe de Estado que ensayó en octubre pasado Jaime Vargas, en la Casa de la Cultura de Quito, cuando pidió a los militares retirar el apoyo al presidente Moreno.

Los golpistas, si ganan, querrán salirse de la democracia. Y si no, bregarán para desestabilizar al nuevo gobierno. Para eso tienen, como aliados naturales, ejércitos de pobres y desempleados que dejará la crisis y la pandemia. 17 binomios es un motivo de zozobra. Pero, como se ve, todo puede ser peor.