De tanto binomio, ¿cuántos sobran?
...son muy pocas las candidaturas en las que coinciden el perfil del aspirante con los requisitos mínimos necesarios para el cargo que persigue.
En un inicio 19, 14 después, 12… ahora 16: solo hasta el 7 de enero, cuando el Tribunal Contencioso Electoral ponga fin a las impugnaciones, se sabrá, a ciencia cierta, cuántos binomios participarán en la elección presidencial. Esa papeleta es, por antonomasia, el mejor espejo de las lógicas absurdas que atraviesan al país y confluyen en el escenario político. Espejo de deseos vacuos, vanidades, juegos de mesa, negocios inconfesables, expectativas de poca monta… En todo caso, son muy pocas las candidaturas en las que coinciden el perfil del aspirante con los requisitos mínimos necesarios para el cargo que persigue.
Querer ser presidente impone, en efecto, condiciones para correr en una lid presidencial y, además, exigencias para ejercer el cargo. Dicho de otra manera, no todo presidenciable es presidencial; diferencia que hacen como pocos los estadounidenses. Hay políticos o aspirantes que pueden llenar ciertos requisitos para ir ante los electores, pero no tienen condiciones de estadistas. Donald Trump es el mejor ejemplo para entender esa diferencia. En la práctica, los electores tienen, entonces, dos problemas cuando se trata de evaluar a aquellos que hacen fila en la papeleta presidencial para pedir sus votos.
En Ecuador -es visible- la inmensa mayoría de candidatos que no se evaluaron a sí mismos antes de ir a inscribirse en el Consejo Nacional Electoral. Muchos de ellos habrían desistido si se hubieran hecho las preguntas básicas que se antojan cuando se piensa en la Presidencia de la República: ¿representan a un vasto número de electores? ¿Tienen experiencia en el manejo de la cosa pública? ¿Tienen votos propios? ¿Tienen volumen político? ¿Han probado ante el país ser personas que producen resultados? ¿Tienen un partido o apoyos logísticos entroncados con la realidad electoral? ¿Les interesa lo público? ¿Tienen pruebas fehacientes de su preocupación por el interés general?
Con estas preguntas, que ni de lejos agotan el cuestionario que atañe al presidenciable y al presidencial, el ciudadano podría borrar a muchos de los candidatos que ya están inscritos. Isidro Romero no vive en Ecuador desde hace 20 años y no ha dado prueba alguna en ese lapso de que el país real le haya interesado. Carlos Sagnay ha sido candidato dos veces, en 2006 y 2009 y obtuvo respectivamente 13.445 votos y 108.275 votos. Nada ha cambiado en su caso. Paúl Carrasco no fue elegido en su provincia para alcalde de Cuenca en 2019, ¿qué le hace pensar que el país lo puede elegir presidente? En la misma circunstancia está César Montúfar; fue cuarto en la elección para alcaldes en Quito en 2019. Gerson Almeida es pastor y confunde, como se ve en sus cuentas de redes sociales, mensajes religiosos con políticas públicas. Giovanny Andrade seguramente es un gran experto en minería, pero eso no alcanza para gobernar un país. Guillermo Celi es un asambleísta manabita que quiere ser presidente y no logró hacerse elegir presidente de la Asamblea en 2019. Ximena Peña es una migrante, con méritos personales innegables, que el correísmo hizo asambleísta pero que no conoce el país. Ni él a ella. Juan Fernando Velasco canta canciones de amor, algunas interesantes, pero luce totalmente extraviado en la política. Xavier Hervas es un empresario exitoso, pero fuera del círculo de brocoleros nadie lo conoce…
Lamentablemente muchos confunden su biografía personal con el perfil para ser presidente. Y cuando se examina esa larga lista apenas cuatro serían presidenciables. Los candidatos no se evaluaron antes de ir al CNE. Ahora tendrán que hacerlo los ciudadanos antes de ir a votar.