CREO-PSC: ¿quién gana, quién pierde?

"Algunos leyeron literalmente ese documento redactado por Nebot y sus amigos y refrendado por Lasso. Un error, pues está lejos de describir lo que ocurre en los hechos en CREO y en el PSC"
El acuerdo electoral, anunciado el lunes 31 de agosto entre Guillermo Lasso y Jaime Nebot, cocinado por ellos el día anterior, en un encuentro personal de ocho horas, fue redactado en página y media. Es poco. Suficiente, sin embargo, para seguir las piezas del juego político en la tendencia de la centroderecha. Piezas que conviene ubicar en la nueva partida de ajedrez. Algunos leyeron literalmente ese documento redactado por Nebot y sus amigos y refrendado por Lasso. Un error, pues está lejos de describir lo que ocurre en los hechos en CREO y en el PSC.
1. El PSC salva la cara sobre la línea: el socialcristianismo presentó este acuerdo como un sacrificio electoral. Retira a su candidata para dar paso a Guillermo Lasso. Los datos llevan a otro relato. El PSC se quedó sin alianza posible, tras ensayar una con Otto Sonnenholzner y otra con Álvaro Noboa. Su candidata, en sus sondeos, tenía menos de 5 % de intenciones de voto. Aliarse con Lasso le permite pensar en dos jugadas presentables: evita un waterloo electoral en el campo presidencial y si Lasso gana, subirá al podio con él.
2. El PSC quería listas conjuntas: el documento lleva a pensar que ir con listas independientes hace parte de la estrategia de los dos partidos. No es así. El PSC quería listas conjuntas, pero cuando propuso apoyar a Lasso, CREO ya había hecho las suyas. Lasso resulta beneficiado. Ir con sus listas lo autoriza a creer que puede sumar más asambleístas en su bancada. Una ventaja, relativa, pero ventaja al fin y al cabo, en un panorama que se anuncia extremadamente fragmentado.
3. Nebot mete un gol con su consulta: Lasso adhiere y apoya, dice el documento, la consulta popular que Nebot ha venido trabajando como si fuera parte de su testamento político. Una consulta que, en realidad, es un conjunto de reformas que, de ganar Lasso y ser aprobada en las urnas, elevará a rango constitucional nuevos subsidios para ciertos sectores y obligaciones del Estado sobre todo con los gobiernos seccionales, que debe cumplir a rajatabla sin importar las circunstancias económicas o fiscales en que se halle. La pandemia es el ejemplo por antonomasia de la inconveniencia de esas propuestas.
4. Un acuerdo meramente electoral: los dos partidos sacan mutuo provecho. Lasso puede aspirar a sumar un caudal de votos esenciales para la primera vuelta. Su alianza aparece como la más potente de las tres conocidas y eso lo convierte en foco de atracción. El PSC disfraza la estrategia errática que lo llevó de tumbo en tumbo en esta elección. No hace un acuerdo de gobernabilidad. Le toca buscar alianzas provinciales para tratar de tener un grupo parlamentario fuerte para desde allí presionar al gobierno central. Es lo que hace desde el fin del gobierno de Febres-Cordero en 1988.
5. Nadie toca al CNE: militantes y dirigentes de los dos partidos especularon sobre un seguro cambio en la conformación del CNE. Al fin y al cabo los dos partidos tienen delegados allí y Diana Atamaint, su presidenta, debe ser la funcionaria que menos confianza inspira en el país. El documento solo dice que los dos partidos velarán por la transparencia del proceso electoral; lo cual implica que no habrá cambio de mayoría en la dirección del CNE. La tesis que prevaleció es que podría ser mal interpretado. El PSC mantiene el ‘statu quo’, pues hace mayoría con los vocales del correísmo y de Pachakutik. Si alguna ventaja se deriva de tener el sartén por el mango en el CNE -aunque el juez electoral no debería ser sujeto de sospecha- la sigue teniendo el socialcristianismo.