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¿Lasso en la vía de Macri?

Avatar del José Hernández

Un líder con popularidad (y el presidente Lasso la tiene en este momento) podría tratar al país como adulto: decirle la verdad y ponerlo ante la disyuntiva de saltar el muro o no hacerlo’.

¿El presidente Lasso está cayendo en el error que cometió Mauricio Macri en Argentina? ¿Ser tan gradualista que podría pasar su período mejorando de a poco las cifras fiscales sin que los ciudadanos sientan, en su vida diaria, la reactivación económica? La pregunta surge a raíz del envío a la Asamblea de la proforma presupuestaria para este año. Y la están planteando economistas como Walter Spurrier y Alberto Acosta Burneo en Guayaquil y Jaime Carrera en Quito.

La pregunta es sobre la velocidad del ajuste y, por supuesto, sobre las medidas que deben acompañarlo. Se podría entender que las respuestas son de carácter técnico. Pero no: dependen de consideraciones políticas. En general se admite que poner las cuentas en orden permitiría liberar recursos que van, por ahora, a la burocracia excedentaria o a la amortización de la deuda pública, que se ha incrementado, y gracias a la cual el Estado pudo pagar salarios durante el gobierno de Lenín Moreno.

Poner las cuentas en orden implica, sin embargo, hacer sacrificios y negociar los términos de quiénes los hacen y en qué proporción. Esto pone a los gobiernos a lidiar con una disyuntiva shakesperiana: hacer un ajuste suave y exponerse a pasar de agache, como hicieron Macri y Lenín Moreno. O hacer un ajuste más rápido y exponerse a revueltas impredecibles.

Ni Macri ni Moreno ensayaron un ejercicio que un sociólogo francés, Pierre Bourdieu, llamó, en otro contexto, la realpolitik de la razón.

En principio, ningún ciudadano quiere sacrificarse. Y muy pocos saben por qué tendrían que hacerlo. Macri nunca dijo a los argentinos cómo recibió el país y cómo pensaba repartir el costo de la factura heredada. Tampoco los plazos del esfuerzo y los beneficios que vendrían. O las desgracias que se acumularían si Argentina no encaraba la etapa dolorosa que él estaba administrando. En definitiva, aplicó la medicina sin explicar al paciente la enfermedad que padecía.

El gobierno de Lasso, que apenas tiene tres meses, está ante la misma disyuntiva, a pesar de que el actual presidente criticó a Macri y lo comparó con Moreno por no tomar decisiones económicas. La proforma presupuestaria dice que el presidente no quiere un ajuste rápido y que, por esto, podría comprometer a mediano plazo su programa de reactivación económica. Lasso tampoco está haciendo el ejercicio de realpolitik de la razón que, en este caso, lo obligaría a emprender una vasta tarea pedagógica en el país: explicar el esfuerzo requerido, el tiempo necesario, quiénes contribuirán más, cómo se paliarán los efectos en los segmentos de la población más vulnerable…

Lasso cree que los hechos de gobierno hablan por él. En este caso, no obstante, para producir los hechos necesita explicar, usar los instrumentos de la razón, poner a los ciudadanos ante las decisiones que deben tomar y las consecuencias a las que se exponen. Así proceden los médicos antes de intervenir a sus pacientes.

Lo que no es dable es que el presidente anuncie políticas y sus ministros (de Economía y Finanzas o el de Energía y Recursos Naturales No Renovables) digan (en la proforma o sobre el incremento de la producción petrolera) que sus objetivos son inviables. Tampoco es dable que por cautela política el país siga parqueado en un inmovilismo absurdo. Un líder con popularidad (y el presidente Lasso la tiene en este momento) podría tratar al país como adulto: decirle la verdad y ponerlo ante la disyuntiva de saltar el muro o no hacerlo. Y perfilar las consecuencias en cada caso. Alguna vez cabe dar una oportunidad a la razón.